Por la esperanza
En la doctrina cristiana, virtud teologal por la que se espera que Dios dé los bienes que ha prometido.
Estado de ánimo que surge cuando se presenta como alcanzable lo que se desea.
La esperanza cristiana se manifiesta desde el comienzo de la predicación de Jesús en la proclamación de las bienaventuranzas. Las Bienaventuranzas elevan nuestra esperanza hacia el cielo como hacia la nueva tierra prometida; trazan el camino hacia ella a través de las pruebas que esperan a los discípulos de Jesús. Pero por los méritos de Jesucristo y de su pasión, Dios nos guarda en «la esperanza que no falla» (Rm 5, 5). La esperanza es «el ancla del alma», segura y firme, que penetra «a donde entró por nosotros como precursor Jesús» (Hb 6, 19-20). Es también un arma que nos protege en el combate de la salvación: «Revistamos la coraza de la fe y de la caridad, con el yelmo de la esperanza de salvación» (1 Ts 5, 8). Nos procura el gozo en la prueba misma: «Con la alegría de la esperanza; constantes en la tribulación» (Rm 12, 12). Se expresa y se alimenta en la oración, particularmente en la del Padre Nuestro, resumen de todo lo que la esperanza nos hace desear.
La esperanza le pertenece a la vida, es la vida misma defendiéndose
Julio Cortázar
La esperanza es el sueño del hombre despierto
Aristóteles