«Recuerdo el desgarro que sentí al dejar África y el vértigo que me daba viajar hacia lo desconocido», reconocía Isa Solá en 2011 en una entrevista a Alfa y Omega. Hacía tres años que había llegado a Haití tras pasar 18 años en una misión en Ebebiyín (Guinea Ecuatorial).
Curiosamente, el mismo día 2 de septiembre en que fue asesinada en Haití Isa Solá, pero de 33 años antes (1983), fue asesinada precisamente en Ebebiyín, Carmen Samaranch, también religiosa española y también de Jesús María. Justo, exacto…
La miseria que encontró en Puerto Príncipe «me hizo comprender que no estaba aquí para salvar a nadie ni para cambiar nada, porque el único que salva es Jesús». Y eso que todavía no había pasado lo peor. En enero de 2010 un terremoto asoló la capital, Puerto Príncipe. «En aquel momento la tentación del desaliento y la queja a Dios fue enorme. Estuve muy triste y desanimada», escribía en una carta dirigida a Obras Misionales Pontificias después del seísmo. Pero, reconocía, fue «una lección que no hay que saltarse, porque nos hace más humanos y menos ambiciosos». Lección que se aplicó a sí misma, porque aunque su objetivo era impartir clases en un centro escolar, tras el desastre la misionera se centró en ayudar a los amputados en el terremoto a través de un centro ortopédico.
No solo la han matado a ella. También han matado las esperanzas de la gente
Declaró a medios locales el sacerdote Hans Alexandre, de la parroquia del Sacré Coeur, a la que Isa acudía a realizar tareas pastorales. Es el sentir general de las decenas de personas que cada día eran atendidas por la misionera, que no comprenden por qué sus compatriotas han asesinado a quien hizo tanto por la comunidad. «A los misioneros nos respetan», decía ella misma en una entrevista para el programa Misioneros por el mundo de 13 TV en 2012.
Testimonio de la misionera Isa Solá
Pero la situación ha cambiado. La violencia se recrudece en los últimos meses en la capital haitiana y el móvil del crimen, según la Policía, ha sido el robo. Solá recibió el viernes dos impactos de bala al salir de un banco en el barrio de Bel Air, uno de los más deprimidos de la ciudad. Los atacantes se llevaron sus pertenencias. Iba acompañada por una mujer haitiana, a la que también alcanzaron los disparos y que se encuentra en estado grave al cierre de esta edición. Isabel era consciente de esta amenaza. Hace poco le dijo a una religiosa de su misma congregación que estaba pensando en mudarse. En su casa, cerca de la parroquia, había tenido que poner rejas y dos perros de guardia porque la situación se estaba poniendo peligrosa. Aun así, ella no quería dejar Haití. «Pensaréis que cómo puedo seguir viviendo aquí, entre tanta pobreza y miseria, terremotos y huracanes, cólera… Pero es mi casa, mi familia, mi sufrimiento y mi alegría, y mi lugar de encuentro con Dios», escribía en 2011. Desde hoy, descansará para siempre en la ciudad a la que tanto quiso, como hizo saber a su congregación.
Tras la canonización de santa Teresa de Calcuta, el pasado domingo en la plaza de San Pedro, el Papa Francisco pidió una oración a los presentes por Isabel Solá y manifestó su deseo de que en Haití, «un país tan probado, cesen tales actos de violencia y haya una mayor seguridad para todos».
Por su parte, el martes pasado se llenó a rebosar la capilla de su colegio de Barcelona, Jesús María Sant Gervasi, con motivo de la misa en su recuerdo. La religiosa fue despedida con una fiesta entre melancólica, alegre y reivindicativa. La homilía, presidida por Sebastiá Talltavull, quiso dejar claro que, en la vida de Isa, se hicieron realidad las palabras de Jesús: "El que quiera salvar su vida, la perderá, y quien la pierda por mí, la salvará ".
Y ayer se celebró el funeral en la parroquia de Sacre Coeur (Puerto- Príncipe) con la presencia de sus hermanos, la madre general y las provinciales de España y EEUU y otras hermanas de su congregación y con el arzobispo de Puerto Príncipe, Mons. Poulard, con sus dos obispos auxiliares, el obispo de Gonaïves, el secretario de la Nunciatura, más de veinte sacerdotes, religiosos y religiosas de varias congregaciones, algunas personalidades, amigos, parroquianos…
En la Primera lectura, se escuchó: “Nada ni nadie nos apartará del amor de Dios” y la asamblea, con los cantos que ella tantas veces cantó, dió gracias a Dios por la vida de Souer Isa (como se la llamaba allí) y pidió la Paz para este pueblo haitiano que Soeur Isa, que no miró la apariencia, tanto amó y a quien mostró la dignidad de los hijos de Dios.
Como ella pidió, sus restos se quedarán en Haití.
Adaptado del original de Alfa y Omega.