Día Internacional de la No Violencia

Manos Unidas denuncia la violencia de la guerra y de las estructuras de poder que vulneran los derechos humanos

El 2 de octubre se celebra el Día Internacional de la No Violencia, una fecha que la Asamblea General de Naciones Unidas fijó para recordar el nacimiento de Mahatma Gandhi y la necesidad de consolidar mundialmente “una cultura de paz, tolerancia, comprensión y no violencia”.

Para Manos Unidas, esta necesidad de consolidar una cultura de paz tiene plena vigencia, sobre todo cuando, como señala Mª José Hernando, del departamento de Estudios y Documentación de esta ONG, “más de 65 millones de personas se desplazaron forzosamente en 2015 a causa de los conflictos abiertos”. Además de los desplazamientos forzados, los conflictos armados de la actualidad se caracterizan, según Hernando, “por los ataques contra civiles, la transgresión generalizada de los derechos humanos y las violaciones utilizadas como arma de guerra contra mujeres y niños”.

Solo en el mes de agosto murieron 4.475 personas en la guerra de Siria; uno de los conflictos que marca hoy la escena política internacional, junto a la guerra en Irak, las crisis post revueltas árabes de Yemen y Libia, las guerras en Ucrania, Somalia y Sudán del Sur, la guerra contra el narcotráfico en México, la guerra contra el Estado Islámico…

“Aunque en 2015 el número de víctimas de la violencia organizada fue menor que el año anterior (118.000 personas frente a las 130.000 en 2014) y la tendencia general tras el fin de la II Guerra Mundial es positiva, a la luz de estos datos se puede decir con rotundidad que vivimos en un mundo violento”, afirma Hernando.

La violencia como consecuencia de la dominación de unos sobre otros

Además de la violencia generada en conflictos armados, Manos Unidas denuncia la violencia que se deriva de las propias estructuras económicas, políticas, sociales y religiosas, cuando éstas defienden los privilegios de unos pocos a costa del empeoramiento de las condiciones de vida de la mayoría.

Para Mª José Hernando, “se provoca violencia cuando no se respetan los derechos de las personas y de los pueblos: el derecho a una vida digna, a recursos básicos como agua, alimento, vivienda, educación, salud… Se ejerce violencia cuando se despoja a los pueblos indígenas de su territorio y de la tierra de cultivo a las comunidades campesinas; cuando se niega el derecho a la libertad religiosa, de expresión y política”.

Manos Unidas entiende la paz como una tarea permanente, cuyos fundamentos son la justicia, el diálogo y el desarrollo humano integral, solidario y sostenible. En este sentido, la ONG acompaña a pueblos y comunidades en su lucha por sus derechos y contra las estructuras generadoras de injusticia y violencia, “a través de proyectos de desarrollo que son, al mismo tiempo, oportunidades para la paz”, afirma Hernando. 

Algunos de ellos se enfocan específicamente en la paz, la no violencia, el diálogo y la resolución de conflictos, como los proyectos en marcha en Filipinas y Centroáfrica.

Asentar la cultura de paz tras 47 años de conflicto armado en Filipinas

Los habitantes de las islas Mindanao, Jolo y Basilan sufren las consecuencias de un conflicto que enfrenta a grupos rebeldes y el gobierno durante más de cuatro décadas y que ha causado la muerte de más de 100.000 personas. En su última ofensiva en septiembre de 2013, el Frente Moro de Liberación Nacional aisló Zamboanga City durante semanas y el enfrentamiento con el ejército provocó más de 120.000 desplazados.

El conflicto ha aumentado la pobreza y la inseguridad humana en la región, lo que afecta en mayor medida a mujeres, niños y pueblos indígenas. La población sufre además el tráfico de personas, drogas y armas, así como las tensiones derivadas de la convivencia entre comunidades con diferencias étnicas, culturales y religiosas.

Es en este contexto de violencia y vulnerabilidad donde incide el trabajo de Manos Unidas y su socio local, Zabida (Zamboanga Basilan Integrated Development Alliance), a partir de una intervención multisectorial que cuenta con apoyo financiero de la Cooperación Española. Los proyectos en marcha promueven la construcción de una cultura de paz y valores en favor de los derechos humanos de las comunidades multiculturales, la resolución de conflictos y el diálogo.

Ejemplo de ello es la creación de nuevos espacios de diálogo, como el Foro Interreligioso de Solidaridad por la Paz y el Foro Regional de Jóvenes, que se han afianzado como valiosos encuentros anuales en los que líderes e integrantes de distintas comunidades comparten esfuerzos e iniciativas para defender la paz y la convivencia intercultural. Asimismo, en noviembre se celebra cada año la Semana de la Paz, en la que la población se vuelca en la realización de todo tipo de actividades para la promoción de la paz y en las que participan también numerosas organizaciones de la sociedad civil y el gobierno local.

En el ámbito educativo, se organizan campamentos de verano en los que 100 jóvenes y 100 niños se divierten al tiempo que aprenden habilidades esenciales para resolver conflictos y reducir los riesgos de desastres naturales. Y, en el campo de la educación formal, se trabaja con estudiantes y profesores en las escuelas de Zamboanga City y Basilan, mediante la elaboración de contenidos de cultura de paz que están siendo integrados en el curriculum escolar.

La falta de paz es semilla de subdesarrollo: el conflicto olvidado de Centroáfrica

La República Centroafricana vive desde 2012 una guerra civil que le ha llevado a ser el segundo país más pobre del mundo, con ínfimos niveles de nutrición, casi sin acceso a sanidad y con un analfabetismo superior al 66% en el caso de las mujeres. Este es uno de los denominados “conflictos olvidados”: ya casi no sale en los medios de comunicación y, sin embargo, la guerrilla del LRA (Lord's Resistance Army) sigue sembrando el terror y la muerte en el país.

“Los grupos de Centroáfrica están financiados por esos países que aquí vemos en las camisetas de los grandes equipos de fútbol. Nos causa mucho desasosiego ver que, con el mismo talonario que se han pagado los jugadores de fútbol más importantes, se han pagado también los kalashnikov y que esas armas acaban llegando a Centroáfrica”, afirma monseñor Juan José Aguirre, misionero comboniano y obispo de Bangassou.

Concretamente, en la Diócesis de Bangassou, la segunda más grande del país, “el 75% está dominado por el LRA y el 25% restante por la Seleka, de fundamentalistas musulmanes”, asegura Aguirre, quien denuncia que los cascos azules o los “rangers” estadounidenses solo despliegan su presencia en las grandes ciudades y se olvidan de las zonas rurales.

Cuando la información no es conocida “la situación se desdibuja y esa nebulosa ayuda a que las multinacionales se fijen en Centroáfrica y vengan a explotar su uranio, su oro, sus diamantes, su madera y las materias primas que encuentran a buen precio y que Centroáfrica no puede explotar ella misma.”

Los proyectos educativos y sanitarios que Manos Unidas ha financiado en Bangassou logran que la convivencia entre personas de diferentes religiones sea una realidad y esto puede prevenir futuros enfrentamientos. Para Juan José Aguirre está claro que “la falta de paz es semilla de subdesarrollo” y denuncia cómo su pueblo ve que “la vida no tiene valor y la muerte está baratísima. Mi primer deseo es ese, que la violencia de los grupos armados desaparezca de Centroáfrica y de todos los países que la sufren.”

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