Hay una gran diferencia entre un creyente y un discípulo.
El creyente espera; el discípulo se levanta y se pone al servicio de los demás.
El creyente cree en los milagros; el discípulo hace que los milagros ocurran.
El creyente tiene fe; el discípulo convierte esa fe en obras.
El creyente conoce las obras de misericordia; el discípulo las practica diariamente.
El creyente da un poco de lo que tiene y le sobra; el discípulo se da a sí mismo.
El creyente espera la llegada del reino; el discípulo predica y vive ya el reino.
El creyente conoce las bienaventuranzas; el discípulo las vive en su persona.
El creyente conoce a la Iglesia católica; el discípulo la construye en comunidad.
El creyente cree en Jesucristo; el discípulo vive en, por y para Jesucristo.
Esto vale para todos los creyentes y discípulos de Jesucristo en la Iglesia, y refiriéndonos a Manos Unidas.
El verdadero voluntario ha de parecerse más al discípulo que al creyente.
Los pobres del mundo, nuestros hermanos, los Cristos dolientes, no necesitan solo que sepamos que existen; necesitan que nos demos por entero a ellos. Lo que somos y lo que tenemos. Nuestros bienes y nuestro tiempo. Que nos comprometamos verdaderamente.
Solo así pasaremos de creyentes a militantes, a voluntarios, a discípulos de Jesús.
Bienaventurado seas porque tuve hambre y me diste de comer...
Tenemos que luchar en campaña contra el hambre de Dios, de pan y de educación.
Qué somos ¿Creyentes o discípulos?
No endurezcamos nuestro corazón.
Imitemos al corazón de Jesús reflejado en las bienaventuranzas.
¡¡¡Bienaventurado verano!!!
Juan Antonio Montes Paniagua
Presidente delegado de Manos Unidas
Diócesis de Getafe