“El que quiere a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí”
“El que dé a beber, aunque no sea más que un vaso de agua fresca, a uno de estos pequeños, solo porque es mi discípulo, en verdad os digo que no perderá su recompensa” Mt 10,37
Hoy vivimos un catolicismo de familia, entendida como estructura de seguridad, frente a los de fuera. En este sentido, la familia es un grupo cerrado por consanguineidad, nación, religión, política y economía. Familia como estructura de poder, que defienden y protegen sus intereses, algunos egoístas. Frente a esos grupos de egoísmo compartido (de sangre, tribu, nación o religión) eleva Jesús una experiencia ampliada de familia abierta a los de fuera, pobres, hambrientos, expulsados, oprimidos, explotados, marginados, descartados.
El Amor es amado.
Cuando escogemos pertenecer a la familia de Jesús, ampliando nuestro concepto de familia, defendiendo a los excluidos sociales, a los pobres, a los mendigos…a sus hijos más queridos, entonces si somos dignos de Jesús.
El Amor es amado.
Cuando ponemos en práctica en nuestras vidas: “Misericordia quiero y no sacrificios”
Darles vosotros de comer. Comer no se trata solo de dar comida material para que todos coman, sino también de compartir mesa y palabra en un gesto de solidaridad personal que es principio de toda relación humana. Comer con significa crear lazos de solidaridad, con gestos de amor, gozo y misericordia. Es ofrecer presencia y comunión a los expulsados y proscritos de nuestro mundo. Esta es la misericordia que Jesús quiere, ofreciendo un Dios de misericordia, que es fuente de perdón y vida compartida.
El Amor es amado.
Cuando verdaderamente pasemos a formar parte de la familia de Jesús, que incluye a TODOS los hombres. Cuando nuestra preocupación y ocupación sea la de TODOS los hombres.
Feliz y santo verano.
Juan Antonio Montes Paniagua
Presidente delegado de Manos Unidas. Diócesis de Getafe