Alguna vez nos hemos preguntado ¿Quién soy yo?
Y nunca nos preguntamos ¿Para quién soy yo?
¿Qué pensó Dios sobre nosotros incluso antes de nuestro nacimiento?
¿Para quién estoy siendo en estos momentos de mi vida?
Somos para Dios y para los demás. Él te llenó de dones que no son para ti, sino para otros.
Dedicamos nuestra vida a atender cosas materiales a las que dedicamos nuestro ser, nuestras energías y nuestro tiempo, lo que nos aleja de la razón para la que hemos sido creados; es decir, para Dios y para los demás.
Tenemos que vivir para Dios y focalizar la mirada y la acción en el hermano, en sus necesidades.
Como cristianos debemos empezar a alejarnos de lo que el mundo quiere de nosotros y preguntarle a Dios: ¿cuál es su proyecto sobre nosotros? ¿Para qué y para quién nos creó?
Si no, viviremos una vida que no era la nuestra, era la del mundo. Vivamos la vida que Dios nos ha querido regalar.
Los países pobres del Sur, no necesitan ni lástima, ni compasión. Eso les humilla y les hace mucho daño. Necesitan justicia e igualdad. Que nosotros afrontemos las causas del hambre en esos países y puesto que hoy es posible, ayudemos a dar solución para siempre.
Crear estructuras de justicia. Ofrecer oportunidades de desarrollo que acaben con el hambre de pan, de educación, de salud, de dignidad e igualdad y el hambre de Dios.
La gente no emigra por gusto, sino que buscan una vida digna y humana que no tienen en sus países de origen. Ayudémosles a que no tengan necesidad de abandonar su familia, su hogar, su tierra, sus costumbres, etc.
Un pequeño esfuerzo aquí se convierte en un gran fruto allí.
Que en Manos Unidas, los voluntarios no nos cansemos nunca de luchar contra el hambre en el mundo y contra las causas que lo producen.
Que Dios os lo pague y que la Virgen María nos ayude a ver a su hijo Jesús en el hermano.
Juan Antonio Montes Paniagua - Presidente delegado de Manos Unidas - Diócesis de Getafe
