“En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os amáis unos a otros” Jn. 13.35
Quizás nos sea más fácil de memorizar que el miércoles de ceniza y el viernes santo no se come carne, que eso otro de Isaías: “Este es el ayuno que yo quiero: soltar las cadenas injustas, desatar las correas del yugo, liberar a los oprimidos, partir tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin techo, cubrir a quien ves desnudo y no desentenderte de los tuyos”
Al final de la vida, cuando nos presentemos ante Dios, la única pregunta será ¿Cuánto has amado?
Cristiano es quien está pendiente de cómo hacer la vida más fácil a los suyos; es quien se emplea y da su tiempo y dinero a quien pueda necesitarlo y busca a quienes sufren porque quiere servir más y mejor.
No te dejes vencer por el mal, antes bien, vence al mal con el bien.
Los cristianos no somos los crucificados, somos los resucitados. ¿Qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? Hechos 1.11
A menudo hemos confundido la misericordia con el conformismo, dejando todo en manos de Dios que, que más que un signo de confianza, nos ha servido de justificación para evadir nuestra responsabilidad hacia el otro, olvidando el compromiso de hacer presente el amor real y efectivo de Dios por el hombre.
¿Quién podrá salvarse? Humanamente hablando, ningún rico. “Qué difícilmente se salvarán los ricos” se lamenta Jesús. Los hombres buscan riquezas y se están destruyendo a sí mismo, como ha dicho el papa Francisco (Laudato si-2015). Pero Dios puede ayudarnos a superar el afán posesivo y compartir nuestros bienes, tiempo y dinero de un modo generoso en comunión de gratitud solidaria, viéndonos como una familia universal donde todos somos hermanos.
Que la Virgen Inmaculada nos guie hacia Jesús: camino, verdad y vida para que nuestra vida sea coherente entre lo que creemos y lo que vivimos.
Un fuerte abrazo
Juan Antonio Montes Paniagua
Presidente delegado de Manos Unidas. Diócesis de Getafe