PALABRAS DE CLARA PARDO EN EL ACTO DE PRESENTACIÓN DE LA CAMPAÑA 61
“QUIEN MÁS SUFRE EL MALTRATO AL PLANETA NO ERES TÚ”
¡Muy buenas tardes!
Muchas gracias a todos, señoras y señores, gracias por venir a acompañarnos, un año más, en este acto de lanzamiento de nuestra campaña anual. Una campaña con la que, en el año 2020, Manos Unidas va a seguir poniendo el foco, como viene haciendo desde hace 61 años, en las personas más vulnerables, denunciando las consecuencias que el deterioro medioambiental tiene sobre ellos, a pesar de que son precisamente estas personas, las que menos han tenido que ver con el maltrato al planeta.
Esta campaña es fundamental para poner el foco en las consecuencias, poco conocidas para muchos, que la crisis medioambiental tiene sobre las poblaciones más empobrecidas. El enfoque medioambiental, no es nuevo para nosotros. Seguro que más de uno recordáis la campaña en la que, hace justo una década, hablábamos de la defensa de la tierra como manera de combatir el hambre. El cuidado del medioambiente es una obligación derivada de nuestro objetivo de aliviar el sufrimiento de las personas que viven en contextos de mayor vulnerabilidad; los nacidos en esa calle equivocada de la aldea global, como decía de hace años el programa de Naciones Unidas para el Desarrollo. O esas personas que habitan en las periferias, como nos dice Francisco.
El ser humano es el único ser vivo que destruye a conciencia la tierra que le ha sido dada como un préstamo; la casa común en la que vivieron nuestros ancestros y en la que vivirán las generaciones venideras. Los seres humanos somos los únicos seres vivos capaces de hacer gritar de dolor y de sufrimiento al lugar donde habitamos, que esquilmamos, quemamos, explotamos, contaminamos y maltratamos hasta dejarle las entrañas heridas… Desgraciadamente, los seres humanos con nuestro comportamiento insensible en algunos casos, egoísta en otros e inconsciente, conformista y poco solidario en la mayoría de las ocasiones, somos también los únicos seres vivos capaces de hacer gritar de dolor y sufrimiento a los miembros de nuestra propia especie.
Con esta campaña, Manos Unidas quiere hacerse eco de esos gritos, como tantas veces nos pide el papa Francisco. Queremos hacer de altavoz del grito de la tierra herida y del grito de las personas vulnerables, empobrecidas y hambrientas, porque ambos lamentos suenan al unísono.
Hace unos días leí un proverbio ruandés que, con esa sabiduría que caracteriza a los pensamientos ancestrales de los pueblos africanos, resumía a la perfección el porqué de nuestra campaña: «Nadie lanza una piedra al lugar en que ha puesto el recipiente de la leche»; una lógica aplastante que los seres humanos, fundamentalmente en el norte, no parecemos tener muy asumida… Seguimos lanzando piedras a nuestro cuenco de leche, día tras días. A pesar de que hace muchos años que el cuenco amenaza con hacerse añicos y dejarnos sin sustento.
La deforestación, los cultivos masivos, los transgénicos, las actividades extractivas, las talas indiscriminadas de los bosques –pulmones de la tierra-, la contaminación de las aguas, los mares esquilmados… todo ello son agresiones al medio ambiente que nos están pasando factura y que afectan, como siempre, a los más desfavorecidos.
Las cifras hablan por sí solas: el número de hambrientos, de personas que cada día se acuestan con el estómago vacío, pensando si comerán al día siguiente, lejos de disminuir, aumenta cada año. Pensemos por un momento en esas personas no como parte de una fría estadística, sino como seres humanos con nombre y apellido, con una historia de privaciones a sus espaldas o con un futuro que, en gran medida, va a depender de lo que se decida en los despachos de gobiernos e instituciones internacionales o, simplemente, de lo que hagamos cada uno de nosotros. 821 millones de personas nos exigen que actuemos y que lo hagamos ya, con contundencia.
A día de hoy, es imposible negar que los patrones del clima están cambiando: aumentan de las sequías, los periodos de lluvia se hacen más cortos y, a veces, cuando llueve, lo hace con tal intensidad que el agua arrasa con todo lo que encuentra a su paso. Los desiertos avanzan y amenazan la vida y el sustento de millones de personas… Todo esto condiciona y dificulta a los agricultores más pobres. Y aquí no hay vuelta de hoja: si el 85% de las personas más empobrecidas del mundo vive en zonas rurales y depende del estado de los ecosistemas para sobrevivir y esos ecosistemas no están, precisamente, en un estado saludable, las consecuencias son las que estamos viendo desde hace años (aunque algunos se tapen los ojos con una venda y se nieguen a reconocerlo): el hambre no cesa de aumentar y, repito, afecta ya a 821 millones de seres humanos, condicionando su vida y su futuro. La otra cara de la moneda es que el modelo industrial global de producción y consumo de alimentos es responsable de la tercera parte del total de las emisiones globales vertidas a la atmósfera. Y esas emisiones causan los cambios en el clima… Creo que, ante esto, hay poco más que añadir…
Pero quiero detenerme en algunas de las consecuencias que el maltrato al planeta tiene sobre las personas más empobrecidas: los desastres naturales relacionados con la meteorología se han triplicado desde los años 60 y causan más de 60.000 muertes al año, sobre todo en los países en desarrollo. No hay más que recordar el rastro de destrucción que dejaron los ciclones Idai y Kenneth en el sureste de Africa la primavera pasada.
Otro dato: en los primeros seis meses de 2019 siete millones de personas tuvieron que desplazarse forzosamente porque los fenómenos meteorológicos extremos (llámense sequías, lluvias torrenciales…) hicieron imposible su supervivencia en sus lugares de origen. El Banco Mundial estima que, de no producirse un cambio, para 2050 el número de desplazados puede alcanzar los 140 millones. Y muchas de estas personas intentarán satisfacer, más allá de las fronteras de sus países, los derechos básicos que garanticen la dignidad humana: el derecho a una alimentación adecuada, al agua potable, a una vivienda digna o el derecho a tener una salud física y mental óptima. ¿Nos hemos planteado qué vamos a hacer cuando esas personas, a las que hace tan solo unos días se acaba de reconocer como refugiados -refugiados climáticos- llamen a nuestras puertas? ¡No quiero ni imaginarlo!
Aunque a algunos en el Norte la cortedad de miras les impida verlo, son muy pocas las personas migrantes que abandonan sus raíces, sus familias y sus vidas por gusto. Hasta ahora, eran los conflictos y la pobreza las principales causas que movían a las personas a huir… A día de hoy, las consecuencias del cambio climático sobre las comunidades más empobrecidas, empuja con fuerza. Manos Unidas trabaja, precisamente, para evitar que todas esas personas tengan que salir de sus países. Llevamos 61 años de trabajo sobre terreno, codo con codo con nuestros socios locales y con las personas que más lo necesitan, y somos muy conscientes del enorme daño que el maltrato al planeta está causando a sus vidas. Lo que no sabemos es hasta dónde pueden llegar estos daños si no se revierte la actual tendencia.
Alertados por las graves consecuencias que los cambios en los patrones del clima están provocando en estas comunidades, apoyamos proyectos de gestión, recuperación y protección de recursos naturales de manera durable. Estos proyectos abarcan áreas tan diferentes como la lucha contra la deforestación y degradación de los bosques y contra la desertificación.
También promovemos el uso de energías renovables y limpias y, pos supuesto, la educación y formación ambiental de la sociedad civil, las organizaciones de base, la comunidad educativa y las autoridades públicas.
Se acaban de cumplir los diez años del terremoto de Haití, que la mayoría de nosotros recordamos como una de las mayores tragedias asociadas a un fenómeno natural. La ola de solidaridad asociada al terremoto fue impresio0nantes, pero ¿qué ha pasado? Pues que 10 años después, nuestros socios locales nos dicen que, si volviera a repetirse un caso así, las consecuencias serían todavía peores… Pero también y ahora toca hablar “de nuestro libro”, como dijo aquella vez Umbral, y os aseguro, porque así nos lo han asegurado, que el trabajo de Manos Unidas perdurará en el tiempo… Y es que la prevención de desastres es otra labor que abordamos a través de nuestros proyectos, fomentando la resiliencia y reduciendo riesgos en situaciones críticas provocadas por el cambio climático y los desastres naturales.
De hecho, tan solo en el año 2019, destinamos dos millones de euros, repartidos en 22 iniciativas destinadas a combatir el cambio climático. Aunque nuestros proyectos tienen siempre un componente de sostenibilidad y de cuidado de la casa común.
Termino agradeciendo, de nuevo y de corazón, vuestra presencia aquí, vuestra solidaridad y vuestro generoso compromiso. Gracias a todos.