Nos disponemos a celebrar la Jornada Nacional de “Manos Unidas” que, como sabéis, pretende sensibilizar a la comunidad cristiana e invita a compartir vida, experiencia y bienes, con los hermanos más necesitados, colaborando para saciar el hambre de pan, de Dios y de cultura; así todos juntos, haremos realidad el sueño de Dios: que todos tengamos una vida digna. «Cuidar la fragilidad quiere decir fuerza y ternura, lucha y fecundidad, en medio de un modelo funcionalista y privatista que conduce inexorablemente a la “cultura del descarte”. Significa hacerse cargo del presente en su situación más marginal y angustiante, y ser capaz de dotarlo de dignidad». (Ft 188)
Es verdad que la tarea es compleja y no está exenta de dificultades. Las cifras de pobreza siguen siendo escandalosas y los rostros de la pobreza siguen siendo los mismos. ¿Cómo es posible que sigan muriendo personas por falta de alimento? ¿Cómo es posible tanta injusticia y marginación en tantos lugares y en otra tanta opulencia? No podemos quedarnos quietos y sin hacer nada ante el drama del hambre, la pobreza, el dolor y tantas carencias que son visibles y tan dramáticas en tantos países del mundo.
Manos Unidas hace real la esperanza de tantas personas necesitadas. Cada proyecto, cada gesto, cada esfuerzo se convierten en vida y futuro para muchas personas. Agradezco sinceramente el trabajo y el esfuerzo que hacéis por esta noble causa y animo a todas las comunidades cristianas de la Diócesis, a toda la buena gente de esta tierra generosa a colaborar en esta nueva campaña. Recordemos lo que rezamos muchas veces en la Eucaristía: «Danos entrañas de misericordia ante toda miseria humana, inspíranos el gesto y la palabra oportuna ante el hermano solo y desamparado, ayúdanos a mostrarnos disponibles ante quien se siente explotado y deprimido. Que tu Iglesia, Señor, sea un recinto de verdad y de amor, de libertad, de justicia y de paz, para que todos encuentren en ella un motivo para seguir esperando». (Plegaria Eucarística V/b)
El lema de la campaña de este año es muy sugerente «La única especie capaz de cambiar el planeta: el efecto de ser humano». Que el Señor mueva nuestro corazón a trabajar por la protección y cuidado de la vida. El Evangelio nos pide ser profetas y apóstoles de la esperanza.