“Por las noches, en la época de sequía, teníamos que ir a hacer cola a la charca de agua blanca y estábamos horas para conseguir tan solo un poco de agua sucia”. Nuestras compañeras del departamento de África, en viaje de proyectos a Zambia, han podido hablar con Margaret Mkandawire, a quien la construcción de un pozo en su aldea, le ha cambiado la vida.
Margaret es vecina de una de las aldeas de Lundazi, meseta en la que escasean las lluvias y donde los arroyos y los pozos superficiales, permanecen secos algunos meses del año. Como ella, las mujeres y los niños de la zona se ven obligados a recorrer andando largas distancias y a esperar grandes colas para conseguir agua.
La falta de agua repercute gravemente en las actividades principales de la zona que son la agricultura de subsistencia, que se practica con medios muy rudimentarios, y la cría de animales. Además, esta escasez ha incrementado las enfermedades gastrointestinales y, consecuentemente, el absentismo escolar. También ha sido la causa del aumento de la mortalidad infantil.
Consciente de lo acuciante del problema, el párroco de Zundazi, responsable del proyecto, solicitó el apoyo de Manos Unidas para construir seis pozos en las localidades más necesitadas. La población ha participado activamente en el proyecto: una vez que el jefe tradicional de la zona donó las tierras a las comunidades, los beneficiarios limpiaron y prepararon el terreno, además de colaborar en el vallado y en el transporte de materiales.
Gracias a estos seis pozos, la vida ha cambiado para Margaret y para cerca de 22.000 personas de la zona: “Ahora tengo más tiempo para estar con mi familia y con mi marido, y la relación es mucho mejor”, asegura, mientras bombea el agua limpia. “Los niños pueden llegar a tiempo a la escuela porque se ahorran tener que recorrer el camino hasta la charca para buscar agua”.