COMPARTE LO QUE IMPORTA
Hace casi sesenta años que un grupo de valerosas y decididas mujeres decidió plantar cara al hambre en el mundo. Aquella iniciativa, modesta y humilde, ha desembocado en Manos Unidas: una Organización No Gubernamental del Desarrollo, católica y de voluntarios que trabaja por el progreso de los pueblos y los más empobrecidos de la tierra… Y estas palabras que definen a Manos Unidas son algo más que palabras. Es una realidad que se plasma, año tras año, en la campaña que pretende recaudar fondos para proyectos de desarrollo de América, Asia y África. Pero sobre todo sensibilizarnos de la dignidad e igualdad fundamental de cada persona, hombre y mujer. Y siempre desde los valores del Evangelio y de la Doctrina Social de la Iglesia.
Ante la campaña de Manos Unidas 2018 ‘Comparte lo que importa’, os dirijo unos pensamientos de gratitud y compromiso y una invitación a todos para participar activamente. Gratitud a Manos Unidas por ayudarnos a abrir los ojos, el corazón y las manos para ‘compartir lo que importa’ y ver, percibir y estar en el mundo de otra manera. ‘Compartir lo que importa’ nos habla de compromiso, pues no vale el ‘otro lo hará’; compartir es salir de la seguridad, pasar a la otra orilla, no blindarme en ‘lo mío’, sino partir mi pan, mi tiempo, mi dinero…, y entregarlo en servicio del Cristo hambriento, necesitado, desconocido, pero hermano.
‘Compartir lo que importa’ es leer el Evangelio en la clave del sacramento del hermano, sabiendo que ‘cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis’ (Mt 25, 40). ‘Compartir lo que importa’ es creer en la posibilidad de un mundo sin hambre, es compartir alternativas, experiencias y herramientas concretas que favorezcan el desarrollo, el crecimiento y el encuentro entre iguales en la casa común.
Manos Unidas nos recuerda cada año que la falta de desarrollo y el hambre son una tragedia; el sufrimiento y el llanto evitable nos ha de sacar de la indiferencia y asumir el compromiso de ‘compartir lo que importa’. El hambre produce dolor y sufrimiento a los inocentes. Además el hambre mata selectivamente, pues se desenvuelve en la desigualdad y selecciona siempre a los más débiles. Pero además, la existencia del hambre es un pecado y no podemos mantenernos neutrales ante aquello que supone la muerte de las personas.
La Delegación de Manos Unidas en Soria cuenta con un magnífico grupo de personas voluntarias que se esfuerzan en llevar a cabo las actividades de cada campaña en nuestra Diócesis e implicar a todos aquellos que quieran acabar con el hambre y la pobreza en el mundo. Aunque estas acciones se centran en este mes de febrero en torno al domingo de Manos Unidas (11 de febrero), la Delegación trabaja durante todo el año potenciando iniciativas (Operación Bocata, Rezo del Santo Rosario por voluntarios de Manos Unidas en “Radio María”, Cena solidaria, Mercadillo…) e intentando crear una concienciación, en la sociedad soriana, de la inalienable dignidad que tienen las personas por el hecho de ser personas.
Os invito a participar en esas actividades y a contribuir generosamente, como siempre lo hacéis, en los diversos actos de la campaña. Sé que las parroquias de la Diócesis son muy generosas en esta colecta, así como algunas instituciones y colectivos provinciales y locales que colaboran en la financiación de algunos proyectos. Este año la Delegación de Manos Unidas nos propone los siguientes: en India-Kattingia para la mejora de las instalaciones de internado femenino rural; en Mauritania para el apoyo al desarrollo intelectual de jóvenes vulnerables; en Burkina Faso, para un equipamiento de un centro de formación profesional femenino y para la ampliación de un albergue femenino; y en Mozambique para el refuerzo de la capacitación profesional de jóvenes. ‘Compartir lo que importa’ nos tiene que ayudar a un cambio en la relación de uno mismo con los demás y con el mundo: ‘pasar del consumo al sacrificio, de la avidez a la generosidad, del desperdicio a la capacidad de compartir, en una ascesis que significa aprender a dar, y no simplemente renunciar. Es un modo de amar, de pasar poco a poco de lo que yo quiero a lo que necesita el mundo de Dios’ (LS 9). Sin olvidar también que ‘de nuestra fe en Cristo hecho pobre, y siempre cercano a los pobres y excluidos, brota la preocupación por el desarrollo integral de los más abandonados de la sociedad’ (EG 186). Respondamos a la llamada que nos hace Manos Unidas: poner en común nuestra vida, nuestros bienes y nuestro compromiso por un mundo mejor, donde cada persona pueda vivir con dignidad. No lo olvidemos: ‘buscad sobre todo el reino de Dios y su justicia…’ (Mt 6, 33).
Con todo mi afecto y bendición, + Abilio Martínez Varea Obispo de Osma-Soria