825 millones de personas sufren hambre: si esta cifra sigue creciendo podría alcanzar los 1.000 millones en 2030
Si queremos acabar con el hambre, es urgente, entre otras cosas, reducir la pérdida y el desperdicio de alimentos. A nivel global, cerca del 14 % de los alimentos producidos se pierden entre la cosecha y la venta minorista, tanto por la falta de demanda en los mercados o la imposibilidad de vender localmente, lo que hace que los propios agricultores pierdan la producción. Además, los alimentos que se desperdician representan el 38 % del uso total de energía en el sistema alimentario mundial.
Cuando no hay seguridad alimentaria se está vulnerando el derecho humano a la alimentación, pero también, cuando no hay soberanía alimentaria; es decir, cuando las personas y las comunidades no pueden decidir qué cultivar, qué comprar o qué comer por imposiciones del mercado o por la falta de recursos.
En 2022, Manos Unidas aprobó 110 proyectos destinados a garantizar el derecho a la alimentación para poder hacer frente a las necesidades diarias de las personas apoyadas.