Manos Unidas Valencia lleva el agua a aldeas en mitad de la nada, en Mozambique

La vida ha mejorado sustancialmente en las aldeas de Nhampequene y Nhantsembene gracias al proyecto de Manos Unidas Valencia.
03/09/2021

Este proyecto promovido desde la delegación valenciana de Manos Unidas se ha desarrollado de la mano de nuestros socios locales, los padres mercedarios ubicados en Mozambique. Juan Carlos Cabrera es uno de estos padres, que se acercó a nuestra delegación para contarnos cómo es la vida antes y después de tener agua.  

El padre Cabrera nació en Córdoba y a los 8 años llegó a El Puig, Valencia, donde se crio y donde siguen viviendo sus padres, a los que vino a visitar este verano.

La parroquia de El Puig, a la que asistía en familia, estaba atendida por los padres mercedarios. Al terminar COU, con 17 años se planteó si continuaba su vocación de ser cardiólogo, o bien seguía la llamada de Jesús. Hoy es padre mercedario, y está en Mozambique, después de pasar por Guatemala y Panamá.

A su paso por Valencia, visitó la sede de Manos Unidas para mostrarnos fotos y vídeos del proyecto impulsado por la delegación valenciana, cuyas imágenes les compartimos.  Se mostró muy agradecido por toda la ayuda recibida en un país tan desolado como Mozambique, uno de los más pobres del mundo, el 180 en el ranking de pobreza.

Manos Unidas Valencia. ¿Cómo sintió la llamada para formar parte de los padres mercedarios?

Juan Carlos Cabrera. La parroquia a la que asistía estaba atendida por ellos. Con los años entré en el grupo juvenil y después de confirmarme entré en el coro parroquial. Mi primera intención era ser médico, cardiólogo, pero Jesús me llamó para un camino diferente. Al terminar COU entré a formar parte de los mercedarios, hice el postulantado en Valencia y el noviciado en Teruel. Después tres años de teología en El Puig y el último en Barcelona.

Estuve cinco años en España y después me mandaron a Guatemala.

MUV. ¿Cómo fue ese primer destino fuera del país?

JCC. Muy bonito, uno es más joven, tiene mucha ilusión, y los guatemaltecos son gente muy acogedora. Yo iba para ser responsable de los formandos de teología y filosofía, y después me nombraron subdirector de la casa. Era una zona de mucha pobreza, y había mucha violencia por las maras.

MUV. En Guatemala estuvo 9 años, ¿hay un antes y un después?

JCC. Organizamos unos talleres para que los jóvenes puedan estudiar y dejamos una nueva parroquia. Ya teníamos en el seminario una iglesia de culto, y como había muchas vocaciones era necesaria una nueva parroquia.

Estábamos en Mixco, tercera ciudad de Guatemala, con muchos habitantes pobres y muchos problemas sociales. El pueblo guatemalteco es muy agradecido, tiene una fe muy grande. Pero el misionero es quien más recibe.

MUV. Panamá fue su siguiente destino, seis años.

JCC. Llegué a ciudad de Panamá, a una parroquia en el casco viejo, una zona invadida por las pandillas juveniles. Entré para ayudar a los pandilleros a cambiar de vida.

Incluso aprendimos a quitar tatuajes, para que pudieran encontrar trabajo y no les identificaran como pandilleros. Aprendí con el padre Luis Jiménez a trabajar por la reinserción, y llegamos a ocuparnos de 180 jóvenes, que andaban metidos en bandas y drogas.

Con ayuda del Ayuntamiento y del Ministerio de Vivienda comenzamos un proyecto para formarles y reinsertarles, pero fue un fracaso. No funcionó.

Les conseguíamos empleo de unos 200 dólares, mientras que las bandas les daban 5.000 dólares y un arma. No pudimos contra el crimen organizado que es muy fuerte en Panamá, donde hay mucho dinero.

Desgraciadamente, la mayoría de los 180 muchachos del programa están muertos. Salí muy triste de Panamá.

MUV. ¿Los misioneros tenían problemas con las bandas?  

JCC. A nosotros nos respetaban, nunca nos hicieron nada. Incluso nos cuidaban. A veces les quitaba las armas y hablaba con ellos, pero contra nosotros no iban.

MUV. Y después Mozambique, ¿qué impresión le dio?

JCC. El continente africano es totalmente diferente, no hay una cultura cristiana como en América. Es otra realidad, la iglesia cristiana es muy joven.

Los portugueses dejaron muy poquito hecho en Mozambique. Los españoles haríamos cosas mal en América, pero dejamos universidades, dejamos una estructura, dejamos iglesia…  Mozambique no tiene nada.

MUV. De hecho es uno de los países más pobres de África, y del mundo.

JCC. Aparte de la pobreza física, es una pobreza espiritual y moral.

Hay un culto muy grande a los muertos, y los hechiceros y curanderos utilizan los espíritus para hacer daño y manejar a las personas. Aunque muchos están con nosotros, siguen con sus ritos animistas. En África nos encontramos más solos y no somos tan bien acogidos.

MUV. ¿Cuántos padres forman su comunidad?

JCC. Somos tres sacerdotes y contamos con varios aspirantes que quieren ser religiosos.

MUV. ¿De dónde se sacan las fuerzas en misiones tan difíciles?

JCC. A veces uno se desanima, porque el misionero es humano. En la capilla me arrodillo, y es  decir “yo ya no puedo más, lo dejo en tus sus manos”.

Uno va aprendiendo poco a poco, pero adaptarse en África es mucho más difícil que en América.

MUV. ¿Qué proyectos ha desarrollado en Mozambique?

JCC. Tenemos tres. Uno de ellos para recoger a niños de la calle, ahora acogemos 35. El problema es que las familias están totalmente desestructuradas.

Las mujeres se encuentran solas, con toda la responsabilidad de la educación y la alimentación de los hijos. Los hombres se van cuando hay problemas, no asumen que no pueden sacar la familia adelante.

MUV. ¿Y el segundo proyecto?

JCC. Es una “escoliña”, una guardería con comedor para niños. Nos construyeron dos salas y los aseos, y un muro de contención.  Los niños estaban, solos mientras sus madres van al mercado a vender, comían a las 4 de la tarde.

MUV. El tercer proyecto está promovido por Manos Unidas Valencia para facilitar el acceso al agua.

JCC. Estamos muy contentos con las ayudas de Manos Unidas, porque en África no hay nada, los católicos son muy pobres y tenemos que ir tocando muchas puertas para poder ayudarles. En América hay más recursos en el país, y hay cristianos que cuando ven tu trabajo y el bien que se hace, te apoyan.

MUV. ¿Dónde está ubicado?

JCC. En Nhampequene y Nhantsembene, una zona rural poco fértil, donde solo crece yuca y cacahuete, que utilizan para condimentar la comida y el maíz. Pero cuando no hay lluvia, no crece y hay hambre. Y el agua hay que ir a buscarla y cargar con ella.

MUV. ¿Cómo llevan el agua a los poblados?

JCC. Las mujeres y las niñas se tienen que levantar a las dos de la mañana para cargar con un  bidón de 25 litros de agua. Quienes sufren los problemas de la falta de agua no son los hombres, porque no cargan ni un bidón, ni van por leña.

MUV. ¿Cómo se ha desarrollado el acercamiento del agua?

JCC. Conseguimos el terreno y perforamos dos pozos (antes sólo había dos fuentes) para poder abastecer a los habitantes y a la huerta, y así obtener hortalizas: patata, tomate, lechuga, cebollas, acelgas... Optamos por una red de tubos para aproximar el agua a las 80 casas. Fue una fiesta tremenda saber que ya no tienen que levantarse a las 2 de la mañana para acarrear el agua.

También abastece a la escuela de primaria en la que hay 610 alumnos que ahora tienen agua.

Fue un gran esfuerzo de la población, que escavaron zanjas, nos ayudaron a colocar los tubos y todos los trabajos necesarios para canalizar el agua.

Tuvimos que sacrificar algunas actividades del proyecto: el almacén, cercar el terreno y la compra de unas máquinas para triturar y limpiar el maíz. Pero Manos Unidas nos ha prometido una ampliación para realizarlo y para un tercer pozo.

MUV. ¿A los habitantes de Nhampequene y Nhantsembene les ha cambiado la vida?

JCC. Ha mejorado muchísimo su calidad de vida: tienen agua, alimentos y un grupo de jóvenes de las dos aldeas ha conseguido empleo digno y con los ingenieros agrónomos están aprendiendo una profesión.

Todos los habitantes, y en especial las mujeres y niñas, las encargadas de acarrear el agua, están muy contentas y agradecen enormemente la aportación de todos ustedes.

“En medio de la nada, lejos de la civilización donde ustedes no se imaginan, llegó el agua gracias a Manos Unidas”.

MUV. ¿África tiene remedio?

JCC. Esto ya es remedio, -contesta mientras nos muestra las fotos de los grifos de agua en el poblado-. Si dependiera de los gobernantes, no se haría nada, por la corrupción y por la codicia de las multinacionales, que quieren todos los recursos a cambio de casi nada.

Pero la población es inocente, no tienen cultura, no hay centros para estudiar, y luego no hay trabajo.

Pero como decía la Madre Teresa de Calcuta, esto es una gotita en el mar, que parece que no se nota, pero forma parte del mar.

Los habitantes de las dos aldeas Nhampequene y Nhantsembene, la escuela… en total unas 6.000 personas, para todos ellos ha habido remedio.

África no es fácil. Y estamos para llevar la cultura a mujeres y niñas

Yo les pido a Manos Unidas que no se desanimen, porque ayudan muchísimo. No se imaginan lo que es tener un grifo y no tener que ir a las dos de la madrugada a cargar con bidón.

Quiero dar las gracias a Manos Unidas de Valencia, que colaboró con este proyecto porque cuidamos mucho el dinero que nos entregaron y lo colocamos todo en los lugares que corresponden.

 

 

El padre mercedario Juan Carlos Cabrera, socio local de Manos Unidas, quien trabaja día a día para apoyar a los pueblos más necesitados.
El padre mercedario Juan Carlos Cabrera, socio local de Manos Unidas, quien trabaja día a día para apoyar a los pueblos más necesitados.
Recogida de agua en las aldeas de Mozambique.
Uno de los pozos en las aldeas a las que se ha acercado el agua.
Hortalizas que pueden cultivarse gracias al riego que proporcionan los nuevos pozos y que mejorarán la alimentación.
Niños de la calle de Mozambique recogidos por los padres mercedarios.
Niños de la calle de Mozambique recogidos por los padres mercedarios.
Niños de la calle de Mozambique recogidos por los padres mercedarios.

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