La misionera Pascale Nicolas visita Valencia para formarse en la elaboración de prótesis en 3D

La misionera Pascale Nicolás llegó con 17 años a África, y ha pasado ya por Congo, Camerún, Kenia y Costa de Marfil.
27/07/2021

Muy joven, Pascale Nicolas sintió la llamada para ser misionera. A los 15 años tenía claro que su destino estaba en África. Y a los 17 años llegó al Congo, para un proyecto de una biblioteca junto a un grupo de amigos scouts y del movimiento cristiano. Pero buscaba algo más profundo.

Conoció a las Carmelitas Misioneras, una congregación española a la que decidió unirse. Es la primera carmelita misionera de nacionalidad belga.

Su primera intención fue estudiar derecho internacional para luchar contra las leyes injustas. Pero durante su viaje a Congo asistió a un parto muy complicado, en el que acompañó a la joven madre, experiencia que la decidió por entregarse a las hermanas de la salud. Quería estar cerca del apoyo a los enfermos y de su dolor. Se hizo enfermera.

La Hermana Pascale Nicolas, Carmelita Descalza, está rodeada de historias entrañables en Congo, Camerún, Costa de Marfil, Kenia. Ha tenido muchos destinos en los que ha dejado huella.

Ahora está destinada temporalmente a Camerún, para poner en marcha un proyecto novedoso, luego volverá al Congo: “feliz con penas y alegrías, porque he sido feliz en todas las comunidades en las que he estado. Todo es gracia y Dios nos guía donde hacemos falta”, revela la hermana Pascale Nicolás.

Hablamos con ella a su paso por Valencia, donde vino para formarse y preparar el nuevo centro de prótesis en Camerún gracias a Manos Unidas y otros benefactores.

Manos Unidas Valencia. Háblenos de la leprosería.

Pascale Nicolás. Fue creada en 1954 como tal, sólo para enfermos de lepra, pero pronto, poco a poco empezaron a atender a otras dolencias, gente muy pobre nos pedía ayuda por heridas graves.

El centro fue creciendo porque había mujeres leprosas que venían con sus maridos, empezaron a tener hijos y se abrió una maternidad. Y luego vimos la necesidad de hacer una escuela. Las familias crecían, los niños se hacían mayores, y el pueblo fue ampliándose.

Poco a poco la leprosería se convirtió en un lugar para atención sanitaria general para los más pobres: los excluidos del sistema de salud. Tenemos tres tipos de enfermos graves: lepra -que ahora son pocos-, por heridas crónicas o agudas y por tuberculosis multi resistente.

MUV. ¿Se ha convertido en un centro de referencia de salud en la zona?

NP. Para casos graves tiene reputación de ser el centro de la “última suerte”. Algunos hospitales, antes de amputar, nos mandan a los enfermos y en muchos casos los podemos recuperar y evitar que pierdan el miembro.

Pero cuando ha sido inevitable –esa operación no la hacemos nosotros-, las hermanas nos planteamos cómo ayudar a todas esas personas a recuperar su autonomía mediante prótesis, y que puedan mejorar su calidad de vida. 

MUV.  ¿Antes no hacían esas prótesis?

PN. Ayudábamos a las personas amputadas a conseguirlas en otros centros, pero salían muy caras y eran de mala calidad. Por debajo de la rodilla costaban unos 750 €, y por encima unos 1.300 €, y se rompían enseguida. Era una pena ver la frustración de las personas que se volvían a quedar igual. Así que decidimos hacerlas nosotros, prevemos que en septiembre podremos hacer las primeras. Las prótesis no son para los enfermos de lepra, sino para amputados de todo tipo. 

MUV. ¿Cómo se desarrolló el proyecto de este nuevo centro en el que participa Manos Unidas?

PN. La estructura de la leprosería no era propiedad de las Carmelitas Misioneras y no tenía ni el espacio ni la seguridad necesarios para acoger un centro de prótesis. Por eso, se pensó en construir un nuevo centro en el terreno que pertenece a la congregación de las Carmelitas en el barrio de Banga Bakoko, a unos 4 kilómetros de la leprosería.

Se prevé de cara al futuro que sea un centro polivalente y atienda salud en general, a la vista de que el barrio en el que se encuentra carece de estructuras sanitarias, y está en pleno crecimiento. 

MUV. Explíquenos porqué está en Valencia

PN. Fue a través de Fernando, voluntario de Manos Unidas, que habló con su hija Rocío que trabaja en una Fundación. Ella se puso en contacto con ingenieros y técnicos que conocía de Madrid, Bilbao y Valencia. Todos querían colaborar, pero finalmente quien más se ha implicado es Manuel Martínez, profesor de la Universidad Politécnica de Valencia (UPV), quién nos ha prestado todo su apoyo de forma altruista: instalación, formación, seguimiento…. Por eso vine a Valencia.

El proyecto de hacer prótesis en 3D se está llevando a cabo con el asesoramiento de la UPV: material, coste, formación… Pidieron apoyo a Fondos Religiosos para la Salud, que nos han dotado de los medios para confeccionar de forma autónoma las prótesis.

Por otra parte, Manos Unidas está construyendo el edificio que albergará el centro de prótesis. Y la ONG de las Carmelitas Misioneras financia el transporte de material. Aún nos falta un generador eléctrico, porque poner paneles solares costaría muchísimo dinero.

MUV. ¿Están buscando por Valencia quien les financie el generador?

PN. Por toda España, también en Bélgica, Luxemburgo… Lo tendremos, todo ha sido providencial y Dios acabará lo que ha empezado.

MUV. ¿A cuántas personas beneficiará este centro de prótesis?

PN. Esperamos poner unas 100 prótesis al año. Hacen falta unas 100 horas de trabajo para cada una y hay mucha demanda porque las personas no tienen recursos, ni hay centros para hacerlos.

Las prótesis tienen un coste menor a las convencionales y tienen más calidad que las que pueden conseguir en el país. Por lo tanto, más pacientes y de menos recursos podrán acceder a ellas.

Costa de Marfil

Este país fue su primer destino con las Carmelitas Misioneras. Al marcharse, le regalaron un vestido tradicional muy costoso realizado entre personas muy pobres, ella quería rechazarlo, pero resultaba una afrenta para ellos y se lo quedó. Le dijeron que lo abrazara en el recuerdo como si les abrazara a ellos.

MUV. ¿Cuáles han sido los momentos más duros?

PN. Los años que pasé en Costa de Marfil fueron muy difíciles porque estábamos en guerra. Los rebeldes estaban a 24 horas de nosotros, con todo lo que eso suponía para la población.

Entonces sientes que lo que da sentido a la vida, y lo que te anima son las relaciones con las personas. Allí encontré una verdadera familia.

MUV. Cómo fueron sus años en Costa de Marfil 

PN. Estuve tres años en Sakasú, en la zona rural del Valle de Bandama, en un centro que lucha contra la ulcera de Buruli, me ocupaba de limpiar y preparar las heridas para injertos, y de toda la rehabilitación. También hacíamos consultas externas de todo tipo y pastoral con mujeres, jóvenes, parejas… Hacía un poco de todo.

MUV. La úlcera de Burulí tiene mucha incidencia en este país.

PN. Muchísima, es una enfermedad infecciosa de la piel endémica en esta región (casi el 40% de los casos de úlcera de Buruli de todo el mundo se dan en la zona). Afecta sobre todo a personas pobres que viven en el campo, los enfermos llegan muy jóvenes y muchas veces llegan tarde. La enfermedad empieza con un picor y puede acabar en grandes heridas que llegan a afectar incluso a la movilidad. El tratamiento es largo y costoso, llegando incluso a intervenciones quirúrgicas.

MUV. ¿Y después de Costa de Marfil donde la enviaron?

PN. Estuve 5 años de Camerún, también fueron unos años muy ricos, muy profundos que me ayudaron a crecer. Tenía unas relaciones muy estrechas con todo el equipo y también establecí una relación muy fuerte con los enfermos.

Lo importante es compartir la misma humanidad: cuando ellos están mal les apoyo y cuando yo estoy mal, ellos me apoyan a mi, y hacemos el camino juntos.

Buscamos soluciones, y una de las gracias más fuerte que Dios me da es encontrarme siempre con personas muy buenas con las que colaborar como ocurre ahora con los benefactores de Valencia.

“Acompañar en el sufrimiento”

A la hermana Pascale le duele el sufrimiento de la gente y les admira por su valentía, “ellos me evangelizan, y yo les acompaño en el sufrimiento”, admite. Encuentra la grandeza de Dios en las personas, a las que se siente profundamente ligada.

MUV. ¿Cómo se siente la injusticia que sufren las personas?

PN. Duele muchísimo. Y cada día más, a veces siento que el enemigo es cada vez más grande, la corrupción, las desigualdades, los ricos son cada vez más ricos… Hay mucha miseria contra la que luchar.

MUV. Su paso por Kenia también fue difícil, ¿qué cometido tenía allí?

PN. Llevaba formación y apostolado en un suburbio a las afueras de Nairobi, en Kibera, el tercero más grande de África, con casi un millón de personas.

Iba junto con una compañera a visitar familias o jóvenes solteras. A lo largo del día escuchaba y veía cosas tan fuertes que no tenía palabras.

Hay mucha violencia y desigualdad.

Kenia es un país muy fuerte, donde los ricos son muy ricos, y los pobres son realmente miserables.

Da pena ver cómo compran las tierras y el acceso al agua, y la gente no se da cuenta. El comercio de las rosas está acaparando las reservas de agua dulce. Se crean conflictos entre agricultores y pastores, quienes cada vez tienen que ir más lejos con los rebaños para darles de beber.

MUV. Su destino actual es Bunkeya, en Congo, ¿cómo está la situación allí?

PN. Estamos con muy altas cifras de hambre. Alrededor de 28 millones de personas tienen hambre sobre una población de 80 millones y va a peor.

No hay una voluntad de desarrollo en los gobiernos, no son capaces de compatibilizar el progreso de su pueblo con los intereses económicos. Dejan que les exploten y que estén en la miseria, mientras permiten sacar a potencias extranjeras las riquezas del país. 

MUV. En general, ¿apoyan especialmente a los más débiles, quienes son, los niños, las mujeres, los ancianos….?

PN. Damos preferencia a niñas y mujeres, porque gran parte del futuro de África depende de la mujer. Es ella la que educa a los niños en casa, la que los cuida, la que los alimenta… y de ella depende principalmente la economía. Pero ayudamos a todo el mundo que lo necesita.

MUV. Tendrán que incidir mucho en la educación en valores en una sociedad con tantas desigualdades.

PN. Hay muchos desafíos. Tratamos de apoyar una sociedad más justa, con educación en valores, no se trata sólo de que haya élites intelectuales.

Fomentamos una formación en la que aprendan inteligencia emocional, que se puedan crear lazos de fraternidad. En las escuelas buscamos una opción preferencial para los más pobres, pero que haya una mezcla social.

MUV. Apoyan principalmente a las mujeres, ¿es difícil involucrar a los hombres?

PN. Tratamos de concienciar a la juventud sobre la igualdad de hombres y mujeres, por ejemplo utilizamos películas. Nosotros involucramos a todo el mundo, se apoya a quien se lo merece, con becas, con estudios… La alfabetización se la ofrecemos a todos, pero van más mujeres, igual que a las clases de costura.

Hemos apadrinado a un chico muy luchador, que cuando ha podido ayudar a los demás, ha formado una Escuela de Fútbol en la que está haciendo mucho bien a muchos chicos. Es como en la película “En un mundo mejor”, que una persona que ha recibido un favor, lo devuelve, formando una cadena de ayuda.

MUV. ¿Ha notado cambios en la sociedad africana?

PN. Hay dos realidades, quienes tienen cultura y quienes no. A veces, la realidad se impone sobre los esfuerzos, por ejemplo, teníamos una excelente alumna, en Karanka, pero su familia era muy pobre y se la compraron por 50 dólares para un matrimonio concertado. No conseguimos que la dejaran completar la formación. Son situaciones muy duras.

Les dejamos con la entrevista que hicieron a la hermana Pascale Nicolás en TV8 Mediterráneo:

 

 

 

La hermana Pascale ha pasado por varios países africanos: Congo, Camerún, Costa de Marfil y Kenia.
La hermana Pascale, carmelita misionera, es enfermera.
Una de las personas que recibirán una prótesis en Camerún.
Personas que han perdido un miembro y que se unen para llevar una vida activa.
Joven que podrá recibir una de las prótesis en 3D en Camerún.
La vocación de carmelita le llegó a la hermana Pascale desde muy joven.
La hermana Pascale en la delegación de Valencia de Manos Unidas.

Suscríbete a la newsletter

Informarse es el primer paso para actuar.

Suscríbete