El rostro del pobre es el mismo en todas partes, tiene una mirada que me resulta familiar: ojos con hambre de alimento, de educación, de higiene, de sanidad, de cariño, de acercamiento, de ayuda, de dignidad, de justicia… Son miradas dulces, acogedoras y expectantes; miradas difíciles de mantener porque te llegan al alma y sientes que algo dentro de ti se desmorona.
Miradas que te crean inquietud, que te cuestionan, que te plantean multitud de interrogantes de los que prefieres huir porque sabes que en el fondo tienes miedo. Miedo como el muchacho de uno de los Evangelios cuando le pregunta a Jesús: ¿Maestro que debo hacer para conseguir la vida eterna? El muchacho cumple todos los preceptos, pero cuándo Jesús le pide que abandone su bienestar, sus riquezas y le siga, agacha la cabeza y se va entristecido. Tiene miedo de abandonar sus seguridades materiales; está instalado y dependiente de las cosas, como lo estamos nosotros en nuestra sociedad.
He sido testigo de ello, he visto como en Kabuga (diócesis de Kabgayi) a 450 chicos y chicas les ha cambiado la vida el Centro de Formación Profesional en el que ha colaborado Manos Unidas y sigue colaborando en la construcción de un comedor, cocina y servicios sanitarios. En la misma zona se está dando apoyo a la cooperativa agrícola de mujeres para que se incorporen 300 nuevas familias al proyecto de mejora de sus capacidades de producción agropecuaria.
En Kampanga (diócesis de Ruhengeri), barriada de familias con bajísimos recursos, desestructuradas y con muchas dificultades de acceso a la educación y a la sanidad básica, se han construido nueve aulas con tres bloques de servicios sanitarios.
En Gisenyi, las hijas de Maria Auxiliadora Salesianas de San Juan de Dios trabajan en un centro de formación para jóvenes, la mayoría chicas, en un centro financiado por Manos Unidas. Los alumnos se preparan en cocina, hostelería y confección. Ahora se está dotando al centro de un internado para 120 alumnas, pues tienen que andar varios kilómetros diarios para asistir a la escuela y en sus casas carecen de luz, lo que dificulta sus estudios.
En Kabgayi se han rehabilitado 18 aulas separadas en dos bloques del grupo escolar para impartir educación primaria y secundaria.
En Kivumu y Mugina, las hermanas de la Caridad de Santa Ana regentan centros sanitarios, educativos y de formación de la mujer y con la colaboración de Manos Unidas seguirán ofreciendo formación a 260 jóvenes, y capacitando en formación agrícola, higiene y nutrición a 199 familias para mejorar la seguridad alimentaria a través de la creación de huertos.
En Ruly (diócesis de Kigali), las Dominicas de La Anunciata regentan un hospital que atiende a una extensa zona de población. Manos Unidas ha colaborado en la construcción de varios pabellones especialmente en el departamento de maternidad, creando espacios para albergar, zona de recepción, salas de espera, despachos médicos, sala de partos, quirófano, sala de hospitalización y servicios sanitarios.
El hecho de ver sobre el terreno cómo los proyectos de Manos Unidas, gracias al esfuerzo del voluntariado, transforman la realidad de esos hermanos nuestros, ha sido tremendamente gratificante, y a la vez impulsor de la gran responsabilidad que tenemos desde aquí. Nuestro compromiso, nuestro trabajo, nuestro dinero, nuestro tiempo, en definitiva nuestra generosidad tiene el poder de cambiar la vida de muchos seres humanos, de reivindicar junto a ellos la dignidad que les corresponde y a la que tienen derecho.