Este año queremos abordar los deberes que exigen una vida coherente con los Derechos Humanos. Esos deberes que encuentran su síntesis en el Bien Común y la correspondiente Solidaridad.
Podemos entender el Bien Común como “aquél que redunda en provecho de todos”. No se trata de una cosa concreta. Y tampoco se trata de un bien particular. Diríamos que es el esfuerzo colectivo por construir, cada cual, según sus circunstancias, un entorno humano digno que nos permita, sin exclusión, disfrutar en realidad de nuestros derechos. El empeño puesto en la superación de la pandemia del coronavirus nos puede ayudar a acercarnos más al hecho del Bien Común. En efecto, detrás de ideas como “Ser responsables en el bien común” o “Juntos lo conseguiremos”, la sociedad española – aunque cada cual según sus capacidades y posibilidades – ha contribuido a que, sin mirar el sexo, el origen, la clase social o el nivel de renta, tengamos todos un acceso suficiente al alimento, al agua y sobre todo a la sanidad, derechos indispensables para superar la pandemia. La solidaridad es un requisito indispensable del Bien Común. Es el valor del compromiso con los demás, que tiene su base en la interdependencia entre personas, pueblos o naciones, y consiste en un compartir para que el otro, hombre o mujer, pueda disfrutar de las mismas condiciones de una vida digna. De alguna manera, la superación del coronavirus en España y en el mundo nos ha ofrecido también imágenes de compromiso solidario con el bien común, con la finalidad de permitir el acceso a todos, sin excepción alguna, a la salud, alimento, agua o seguridad.
Así, Bien Común y Solidaridad, conceptos ya clásicos en la reflexión ética general y en la Doctrina Social de Iglesia, recobran toda su importancia hoy, en un mundo cercado por la pandemia. Constituyen claves para seguir pensando y luchando – con o sin pandemia – por un futuro mejor, lleno de vida y dignidad para todo ser humano. En esa línea, proseguimos con nuestro trabajo de apoyo a la construcción de comunidades fuertes y resilientes, que puedan poner en pie condiciones de vida digna, para así vencer el coronavirus u otras pandemias más endémicas como el hambre o la pobreza.
Manos Unidas lleva 62 años comprometida en la misión de la lucha contra el hambre y la pobreza y las causas que lo producen. Aunque constatamos que se han conseguido avances, todavía queda mucho por hacer. Y ahora, más que nunca, con esta pandemia que asola el planeta y que está haciendo retroceder todos esos avances, tenemos que estar acompañando a nuestros hermanos del Sur en la defensa de una vida digna para todos; trabajar por que puedan ser, por sí mismos, agentes responsables de su mejora material, de su progreso moral y de su desarrollo espiritual (Cfr.Populorum Progressio, 34). En estos momentos tenemos que apoyarles en sus solicitudes para cubrir sus necesidades más acuciantes de supervivencia (alimentos, agua, sanidad, etc.), sin perder nunca de vista el horizonte de los derechos humanos para que todas las personas, por igual, podamos disfrutar de una vida digna.