AMÉRICA-MUJERES .- SIN EDUCACIÓN, LA VIOLENCIA CONTRA LA MUJER SE PERPETÚA

El pasado febrero, con motivo de la presentación de la Campaña «Creemos en la igualdad y en la dignidad de las personas», Manos Unidas reunió, en la mesa redonda «Mujeres contra la violencia en América Latina», a representantes del trabajo que la ONG y sus socios locales llevan a cabo en la defensa de los derechos de las mujeres en países como México, El Salvador, Paraguay, Colombia y Perú.

La violencia contra la mujer es una constante en la mayor parte de los países de América Latina, donde los arraigados hábitos sociales y culturales de carácter patriarcal perpetúan comportamientos machistas que conllevan discriminación social, institucional y política para las mujeres. Y la educación es el arma más poderosa para que las mujeres conozcan, reclamen y hagan valer sus derechos. Justicia justa para las mujeres En México, donde ser mujer, pobre e indígena multiplica los riesgos de sufrir violencia, la asociación Kalli Luz Marina busca «justicia justa» para las mujeres de las comunidades indígenas náhuatl en el estado de Veracruz. Según Lizett Hernández, trabajadora de la asociación, las mujeres indígenas «sufren discriminación y exclusión desde que nacen y ven constantemente vulnerados sus derechos, principalmente el derecho a la vida libre de violencias». Para estas mujeres, que generalmente solo hablan su lengua, denunciar es casi un calvario. «No tienen medios para trasladarse a los tribunales ni pueden permitirse pagar un abogado y se sienten juzgadas y excluidas por los propios funcionarios», aseguró Hernández. Kalli Luz Marina y Manos Unidas trabajan formando a las mujeres «para que sean autónomas en la toma de decisiones y para que puedan acceder a los servicios institucionales y, sobre todo, a una vida libre de violencias», explicó la psicóloga mexicana. Ana Ruth Orellana, representante del Movimiento Salvadoreño de Mujeres (MSM), explicó que, en El Salvador, donde en 2018 murieron asesinadas 381 mujeres, la violencia se da en todos los estratos sociales: «La violencia contra la mujer se da diariamente. Tanto, que puede llegar a pensarse que es algo natural». El MSM lleva décadas trabajando por los derechos de las mujeres. Su objetivo es que se empoderen para que sean capaces de transformar sus vidas, las de sus familias y comunidades y las de otras mujeres. «Ver a una mujer que se reconoce como sujeto de derechos es para nosotras una ganancia, porque las mujeres con las que trabajamos sufren la violencia desde que son pequeñas», aseguró Orellana. Migraciones y calle, germen de violencia En Paraguay, la asociación Tatarendy trabaja con mujeres en situación de calle, con personas privadas de libertad y con mujeres que viven y trabajan en la zona del vertedero de Asunción. A estas últimas, sobre todo, les ofrecen cursos de alfabetización y formación en oficios porque, aunque la educación formal es obligatoria y gratuita hasta secundaria, muchas niñas no van a la escuela por la «prevalencia de las mentalidades machistas —explicó Mirtha Lezcano, trabajadora de la Asociación—, y muchas veces las niñas se ven expuestas a abusos porque la escuela está a 10 km de distancia». Asimismo, la violencia generada por el conflicto interno que aún colea en Colombia es causa de pobreza, migraciones y desplazamientos, sobre todo para las mujeres, que ven vulnerados sus derechos de manera constante. «Las mujeres, que en su mayoría no participaron en el conflicto, han sido las principales víctimas de los enfrentamientos y de la violencia», explicó Diana Marcela Torres, trabajadora del Servicio Jesuita a Refugiados. «La violencia se acrecienta entre las mujeres de la población desplazada, que se ven obligadas a buscar su sustento en trabajos precarios y en la economía informal». También la pobreza es la que lleva a las mujeres a redes de trata y prostitución en Perú. La casa de acogida que las Adoratrices tienen en Lima, apoyada por Manos Unidas, acompaña a víctimas de trata y tráfico con fines de explotación sexual. «Cuando llegan mujeres les ofrecemos asistencia íntegra —explicó Desiree Bozzeta, trabajadora social del centro—, trabajamos con ellas, dándoles cursos y formación para que puedan acceder a un empleo, y las apoyamos para que abran sus propios negocios». Otras veces, las Adoratrices prestan asistencia ambulatoria a mujeres que se dedican a la prostitución. «Tratamos con mujeres estigmatizadas, porque parte de la sociedad de Perú piensa que la prostitución es una elección voluntaria y esa mentalidad no es fácil de cambiar». Estos son solo cinco de los muchos ejemplos del trabajo que Manos Unidas lleva a cabo para acompañar y apoyar a miles de mujeres que encuentran en la educación y la formación el camino para defender sus derechos. Mujeres capaces de hacer frente a las dificultades, que trabajan por la igualdad y la dignidad.

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