En la casa de Gaiato de Malanje hay mucha vida, incluso bullicio, pero también mucha organización. En ella vive una gran familia con 106 hijos. Son niños de la calle, huérfanos o niños rechazados que han encontrado allí un hogar.
El «Gaiato», como se conoce a esta «casa de los muchachos», pertenece a la Obra de la Rua, fundada en 1940 por el padre Américo en Lisboa. Su fin es acoger, educar e integrar en la sociedad a niños y jóvenes en riesgo de exclusión. Hogares como el de Malanje, en Angola, existen también en otras zonas del país, así como en Portugal y Mozambique, y han supuesto un cambio decisivo en la vida de miles de personas.
Este hogar fue fundado en 1960 por el padre Telmo Ferraz. En la actualidad es el padre Rafael Rodríguez el «cabeza» de esta gran familia que cuenta con niños y jóvenes desde los cuatro hasta los veintidós años. En nuestra última visita al Gaiato, tuvimos tiempo para conversar con el padre Rafael y que nos contara algunos detalles de su labor. Nos explicó que su papel es orientar, apoyar y amar como cualquier padre a unos hijos. Los muchachos le quieren y le admiran.
El amor tiene que ser la última palabra
«Muchas personas se preguntan dónde está el éxito de esta pedagogía –nos cuenta el padre Rafael–, y yo siempre digo, medio bromeando, que es de inspiración divina. La clave está en confiar y, si en algún momento fracasa, volver a confiar… Y, si se repite, confiar de nuevo. Sentimos que somos familia y el medicamento para curar la desconfianza siempre es perdonar y mejorar. El amor tiene que ser la última palabra».
Como en toda familia, se procura formar a los muchachos para que sean auto-suficientes cuando dejen el hogar. Estudian en la escuela que hay en el mismo centro, a la que asisten también niñas y niños de la zona. Algunos muchachos continúan con los estudios e incluso acceden a la universidad, y a otros se les da la posibilidad de formarse y tener una profesión. Todos trabajan y aprenden en tareas agropecuarias o en los talleres de carpintería y construcción; actividades todas ellas que generan ingresos que ayudan al mantenimiento del centro.
Manos Unidas acompaña a esta institución desde que hace años aprobó un proyecto agropecuario y esta colaboración llega hasta nuestros días con el reciente apoyo a la construcción de nuevas aulas en la escuela. Los muchachos asumieron casi la totalidad de la mano de obra y la elaboración del mobiliario, con un grado de implicación que fue esencial para el éxito del proyecto.
En el Gaiato se vive con los pies en la tierra pero también se sueña con un gran proyecto que está ya más cerca y en el que Manos Unidas está implicada: crear un Politécnico de Formación Profesional Medio. El primer paso es ofrecer un bachillerato dirigido a la formación profesional para lo cual nuestra ONG colabora desarrollando las líneas de trabajo y su puesta en marcha. Esta iniciativa será, sin duda, un gran avance para contribuir al pleno ejercicio de derechos económicos, sociales y culturales de unos jóvenes que provenían de entornos complejos y muy desfavorecidos y que hoy están haciendo su propio camino con esfuerzo y decisión
Casas do gaiato
Estas casas son aldeas de los muchachos, por los muchachos y para los muchachos, porque son ellos los que ponen las normas, gestionan la vida en común y toman las decisiones. Acuden libremente y permanecen por propia voluntad. Los principios de este proyecto educativo son el autogobierno por los propios muchachos, la libertad, la responsabilidad, la vida familiar, el contacto con la naturaleza y la formación espiritual.