Camboya. - Viejos y nuevos retos de las familias campesinas

Camboya es un país de gran riqueza natural, fértil, con una exuberante vida silvestre, valiosos bosques y fuentes de agua. Pero las familias campesinas ven peligrar su acceso a estos recursos naturales y, con ello, la posibilidad de vivir en condiciones dignas en las zonas rurales.

Si bien las leyes camboyanas hacen hincapié en que los recursos naturales deben conservarse y explotarse de manera racional y sostenible, la realidad es que están disminuyendo rápidamente a causa de las prácticas ilegales de tala y pesca, la inva­sión de bosques, la concesión de tierras para la minería, la deforestación para cultivos destinados al biodiesel y la construcción de presas hidroeléctricas y carreteras.

La implementación débil de estas leyes provoca que las comunidades que habitan áreas protegidas tengan poco poder para prevenir la invasión y el deterioro de los ecosistemas de los que depende su supervivencia. El acceso equitativo a los recursos naturales es especialmente importante para que las comunidades indígenas puedan enfrentarse a la pobreza, la inseguridad alimentaria y los desastres naturales.

Una alianza que ayuda a cambiar vidas

Junto a la organización Development and Partnership in Action (DPA), Manos Unidas está trabajando en 17 aldeas de Preah Vihear, una de las zonas del norte del país más amenazadas por la deforestación.

El proyecto promueve la seguridad alimentaria de las comunidades mediante el aprovechamiento y conservación de los recursos naturales y la adaptación al cambio climático. Las familias están mejorando sus prácticas agrícolas y de cría de ganado, incrementando así sus ingresos gracias a la comercialización de sus productos en mercados locales. La iniciativa pone especial atención a los hogares vulnerables encabezados por mujeres, con el fin de que participen, con igualdad de oportunida­des, en la toma de todas aquellas decisiones que afectan al desarrollo económico y social de sus comunidades y aldeas.

Para Roeurng Pora y su esposa Chan Tina, el cultivo de hortalizas les ha ayudado a aumentar sus ingresos familiares. «Nuestra situación ha cambiado desde que participamos en el proyecto: ahora hacemos compost, cuidamos el suelo, rotamos los cultivos, controlamos las plagas… Hemos conseguido mejores resultados en el mercado y eso nos ha permitido ampliar las tierras de hortalizas y también criar ranas, peces y pollos», explica Pora.

El proyecto trata de proteger, asimismo, 13.588 hectáreas de bosques y tierras forestales para evitar la deforestación y frenar las concesiones a compañías ex­tranjeras dedicadas a las plantaciones de girasol, soja, colza o palma para bio­combustible.

DPA y Manos Unidas hacemos una apuesta clara por el desarrollo sostenible y por la mitigación de los impactos sociales y ambientales de las operaciones mineras en la región. Para ello, acompañamos a las poblaciones en su empoderamiento, especialmente a las mujeres y las comunidades indígenas, para que sean ellas mismas quienes reclamen sus derechos de acceso a los recursos naturales, protejan su cultura y promuevan una mayor responsabilidad social y ambiental por parte del gobierno y el sector privado.

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