En Ecuador, el pasado 2024 ha estado marcado por problemas de toda índole, todos ellos enmarcados en un país cuya realidad parece ir a la deriva.
Ya en el preludio del nuevo año e inmersos en las elecciones presidenciales, en lo social, la inseguridad sigue creciendo: bandas narcodelictivas instaladas en los territorios y en disputa constante por su dominio y control. Con asesinatos de aquellos políticos que buscan la seguridad para su pueblo (captación de jóvenes, secuestros, robos y control de los servicios públicos). Hay un aumento del desempleo con mayor incidencia en la juventud y en las mujeres (estas últimas ven mermados sus derechos); abandono en atención sanitaria, falta de inversión en una agricultura sostenible y altos índices de desnutrición materno-infantil. Por ende, la migración ilegal, de alto riesgo humanitario, va in crescendo.
En lo ambiental, la falta de energía ha generado durante meses numerosos apagones. El 90 % de la energía que se produce en Ecuador proviene de fuentes hídricas, por lo que hemos soportado cortes de suministro de agua a domicilio, porque sin luz no funcionan las bombas. Además, se han visto afectadas más de 36.399 hectáreas por los incendios forestales, según la Secretaría de Riesgos. La explotación petrolera sigue afectando a zonas protegidas, a pesar de que en la consulta popular de 2023 ganó el cierre de pozos petroleros en zona amazónicas críticas.
La minería legal e ilegal, auspiciada por las grandes empresas, está irrumpiendo de manera invasiva y despiadada en territorios productivos y en la Amazonía, con el consentimiento tácito de organismos de control.
En lo político, la inseguridad ciudadana crece ante unos planes de gobierno ineficientes y fallidos al estar centrados en continuas declaraciones de estados de excepción; militares sin preparación; detenciones arbitrarias que siembran el terror, con ejecuciones extrajudiciales, etc.
La esperanza de Ecuador, un pueblo resiliente
A pesar de este contexto oscuro, las organizaciones y movimientos sociales han adoptado medidas y generado alternativas para seguir defendiendo sus tierras, sus ríos, sus reservas de bosques y la Amazonía. Es decir, sus vidas y las de todos.
Hay esperanza. Los pueblos nativos lideran la lucha contra la explotación minera y petrolera en territorios protegidos, buscando preservar la biodiversidad y defender sus derechos ancestrales.
Es por ello, que las redes comunitarias y organizaciones sociales trabajamos juntas para proteger los derechos y buscar soluciones locales a los problemas. Porque urge enfocarse en “generar cambios sostenibles que mejoren vidas”, como lo define nuestro propósito. ¿Cómo lo podemos hacer?, formando líderes priorizando a mujeres y jóvenes para eliminar las brechas de desigualdad; fortaleciendo la organización comunitaria para interactuar con otros organismos, colectivos y movimientos; haciendo incidencia política y social; fomentando sistemas agroecológicos para una alimentación segura y resiliente. Desde la Fundación Maquita, con el apoyo de Manos Unidas, trabajamos por una economía social, solidaria y de comercio justo. Articulamos emprendimientos comunitarios con productos campesinos, agroindustriales y artesanales tanto en la sierra como en la costa y en la Amazonía. Promovemos un turismo sostenible que respete la vida y la cultura ancestral del Ecuador profundo. Es fundamental estimular un consumo consciente y responsable. En conclusión, formar a la ciudadanía en los principios de una economía transformadora y redistributiva para el beneficio de todos quienes participan en la cadena productiva.