Informe a fondo (III).- LA SOLIDARIDAD FUNDAMENTA NUESTRO TRABAJO

La solidaridad nos enseña a entender que somos «nosotros», no solo tú y yo; quienes formamos una comunidad global, compartimos la casa común, los bienes, las necesidades y las posibilidades.

La solidaridad se realiza cuando todas las personas podemos tomar parte de lo que está a nuestra disposición. Se trata tanto de compartir nuestras inquietudes sobre aquellas piezas del sistema mundial de alimentos que son disfuncionales o que están impidiendo la realización efectiva del derecho a la alimentación, como de compartir las propuestas de cambio para un mundo más justo. Eso permitirá que todos podamos beneficiarnos de esa inmensa riqueza, para sumarnos de una manera decisiva y eficaz en la lucha contra el hambre y la pobreza sin dejar a nadie atrás.

Además, nuestra fe nos anima a entender el compartir como un modo de vida, poniendo en común, «comunicando» nuestra vida, todo lo que somos y tenemos. Los creyentes, desde las primeras comunidades cristianas, se sienten llamados a la vida en común, incluso a renunciar a los bienes propios para ponerlos a disposición de todos de manera que nadie pase necesidad. El papa Juan Pablo II hace una profunda reflexión sobre la solidaridad. Esta tiene su base en la interdependencia entre personas, pueblos o naciones. Pero tiene también una cumbre ética en el compartir que nos permite descubrir al otro como un igual en el banquete de la vida; «nos ayuda a ver al “otro” (persona, pueblo o nación) no como un instrumento sino como “semejante” nuestro para hacerlo partícipe como nosotros del banquete de la vida».

COMPARTIMOS INICIATIVAS DE ACCESO A LOS ALIMENTOS PARA EL CONSUMO HUMANO Y NO PARA EL BENEFICIO ECONÓMICO

La experiencia con nuestros socios locales nos muestra que la actual crisis económica ha tenido un impacto drástico en el aumento de los precios de los alimentos y, como consecuencia, en el derecho a la alimentación de millones de personas. Son productos básicos para muchas comunidades: el trigo, el maíz, el arroz o la soja. Y también sabemos que una de las causas de este aumento es la especulación financiera sobre productos alimentarios.

En palabras del Papa: «Nos preocupa justamente el cambio climático, pero no podemos olvidar la especulación financiera: un ejemplo son los precios del trigo, el arroz, el maíz, la soja, que oscilan en las bolsas, a veces vinculados a fondos de renta y, por tanto, cuanto mayor sea su precio más gana el fondo. También aquí, trataremos de seguir otro camino, convenciéndonos de que los productos de la tierra tienen un valor que podemos decir “sacro”, ya que son el fruto del trabajo cotidiano de personas, familias, comunidades de agricultores».

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