Desde 2003, México ha tratado de blindar su frontera sur para impedir que lleguen a su destino el medio millón de personas migrantes centroamericanas que cada año transitan por el país sin documento migratorio. El pasado año Manos Unidas visitó La 72, la primera Casa del Migrante de la frontera sureste de México: un refugio que acoge a unas 300 personas al día.
Centroamérica es una región históricamente castigada por las desigualdades, los conflictos armados y el empobrecimiento de su población. La inestabilidad socioeconómica, la corrupción y la violencia –con tasas de homicidio similares a las de países en guerra– han provocado movimientos masivos de personas.
A escasos metros de las vías por las que corre «La Bestia» –el tren carguero al que los migrantes se aferran para llegar al norte– florece La 72, una casa refugio gestionada por los Franciscanos y el único lugar del estado de Tabasco que recibe y atiende a personas refugiadas y solicitantes de asilo.
Allí se acoge a un promedio de 300 personas cada día en estancias variables: desde un día hasta varios meses. Hay familias enteras, bebés, niñas, niños y adolescentes.
La 72 identifica tres grupos como los más vulnerables: menores y adolescentes no acompañados o separados de sus familias; mujeres, tanto solas como acompañadas, con hijos o pareja; y personas LGTBI. Cada uno de estos grupos duerme en un pabellón distinto y a todos se les da una atención personalizada.
Hay historias muy diversas pero todas con un contexto común: la pobreza, la violencia y la complicidad de las autoridades. Son pobres, carecen de ayuda gubernamental para recibir protección y acogerse a una reubicación interna y se ven obligados a salir para salvar sus vidas y las de sus familias. Desde un menor hondureño que huía del reclutamiento forzado para integrase en una mara (pandilla), pasando por un joven guatemalteco que trabajaba en una ONG y sufría la persecución de vendedores de drogas, hasta una madre hondureña que llevaba a cuestas a su familia para impedir que volvieran a secuestrar a su hija menor.
En los últimos cuatro años esta organización ha acompañado y representado legalmente a unos 1.340 solicitantes de refugio. Solo un 20 % lo ha conseguido. Por esta razón, Manos Unidas fortalecerá el acompañamiento jurídico y trabajará para promover una cultura de la convivencia y el respeto en México. No contar con asesoría ni representación legal durante la solicitud de refugio aumenta las posibilidades de que se produzcan violaciones debido al proceso y que disminuyan las opciones de que la persona obtenga algún tipo de protección.
El endurecimiento de las medidas migratorias, lejos de proteger los derechos de las personas migrantes, ha favorecido una «cacería en la que el Estado emplea a policías, soldados y marinos». Se han disparado las violaciones, secuestros, trata con fines de explotación sexual, torturas y un sinfín de atrocidades que van siendo documentadas por La 72 y actualizadas en un mapa dibujado en una gran pared que advierte sobre los peligros en el camino. En palabras de Ramón Márquez, director de La 72, «aunque se brinde información sobre lo peligroso que es continuar, muchos, muchas, deciden seguir. Volver no es una opción, volver es morir asesinado».