Sierra Leona.- Moringa

La vida está llena de sorpresas y la vida de un proyecto de desarrollo, también. Este es el relato del aprendizaje iniciado a través del cultivo de la moringa, el «superalimento» que gana puntos cada día en Sierra Leona.

Pensábamos que íbamos a «descubrir la pólvora» con nuestro proyecto SLE/73532, una iniciativa de tres años destinada a la producción y comercia­lización de la moringa en el distrito de Bo, al sur del país, pero los primeros sorprendidos fuimos nosotros. Nos dimos cuenta de que, aunque las comuni­dades carecen de estudios técnicos de mercado o de un análisis del rendi­miento de este cultivo, buena parte de las personas que participan en el pro­yecto ya conocían esta planta y la usan, para nuestro asombro, con el fin de prevenir o curar la malaria.

La moringa es una planta que crece en climas tropicales, es resistente a condiciones adversas como las sequías, y sus hojas están consideradas como un «superalimento verde» por su aporte de calcio, vitamina C y potasio (mejor que si te tomaras un vaso de leche, una naranja o un plátano). En los países europeos con más tradición en el consumo de este tipo de productos, como Italia y Alemania, llevan años comercializando el polvo de la hoja de moringa como suplemento alimenticio o como infusión, fácilmente accesible en cual­quier herbolario.

En otros países africanos como Burkina Faso o Costa de Marfil se conocen desde hace tiempo las cualidades nutricionales de la moringa, pero su cultivo intensivo resulta una aventura solo para los más atrevidos. En una región con altos índices de malnutrición, especialmente entre niños, es una oportunidad desaprovechada.

Un excelente aporte a la dieta y a la generación de ingresos

Si bien en Sierra Leona se cultiva y procesa la moringa de manera dispersa y la puedes encontrar como otra planta ornamental más adornando los huertos, lo cierto es que tiene un gran potencial como complemento a cultivos tradicio­nales, no solo para incorporarla a la dieta sino también como fuente adicional de ingresos. Hay demanda de hoja de moringa y escasa competencia en el mercado. Y aquí es donde el proyecto ofrece todo su potencial, ya que esta­blecerá redes de pequeños productores —a quienes se acompañará en todo el proceso de cultivo—, incluyendo la futura posibilidad de exportar con certi­ficado orgánico a la Unión Europea.

Thomas es uno de los agricultores ilusionados por esta iniciativa. Lleva toda la vida cultivando mandioca y arroz en su hectárea de terreno, pero se ha unido al programa porque quiere aprender nuevas técnicas de cultivo y, ade­más, ganar unos leones (nombre de la moneda local) para enviar a sus hijos a la escuela. Con su mujer y sus seis hijos, se unen a las otras cien familias que participan en el proyecto y que pertenecen a diez comunidades del distrito.

Parte de las actividades del proyecto se desarrollan en una granja escuela donde se cultiva principalmente moringa, pero también maíz, arroz, soja y árbo-les frutales; y donde aprenden juntos cómo controlar las plagas de saltamontes (con un remedio «verde» a base de jugo de cebolla y ajo), cómo nutrir el terreno para obtener mejores plantas o cuándo es el mejor momento para sembrar. Un sinfín de lecciones prácticas que luego aplicarán en sus terrenos.

Lo mejor del proyecto es que no se introduce una planta extraña; se incor­pora el concepto de cultivar moringa como un plus a los cultivos típicos de la zona, utilizando un método donde se aprende entre iguales. Se crea una red, un equipo campeón de pequeños agricultores que se espera permanezca a largo plazo, una vez finalicen los tres años del programa, y que ilusione tam­bién a otras comunidades vecinas.

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