En diciembre de 2017 un grupo de periodistas viajó a Benín para sumergirse en la realidad menos conocida del país africano. Durante algo más de una semana fueron testigos del trabajo que Manos Unidas y sus socios locales llevan a cabo para acompañar, proteger y dotar de oportunidades a los niños y niñas más vulnerables, a mujeres luchadoras que son capaces de encontrar su lugar en sociedades que las marginan y a comunidades para las que el acceso al agua y a la energía ha supuesto un cambio radical en sus vidas. Los testimonios que se pueden leer a continuación son un pequeño resumen del impacto de unas vivencias que han calado hondo en el corazón de los periodistas.
Caminar por el mercado de Dantokpa, en Cotonou, fue una de las experiencias más enriquecedoras y más duras de mi viaje. Ver ante mí la explotación infantil y, a su vez, apreciar la pasividad de la mayoría de la sociedad me produjo un sentimiento descorazonador.
Por otra parte, el adentrarnos en los poblados de Fô-Bouré e interactuar con sus habitantes me hizo consciente de los grandes cambios que se consiguen con la ayuda. El agua y la electricidad, que tan poco valoramos en las sociedades más desarrolladas, en Benín suponen un cambio radical en la vida de las personas. ¡Cuántas mejoras pueden producirse con proyectos adecuados y bien llevados!
Todavía hay un largo camino que recorrer pero seguro que, si todos aportáramos nuestro granito de arena, el camino sería mucho más corto.
Fran Murcia, redactor del Diario de Almería.
La protagonista de mi historia podría ser cualquiera de las niñas que nos encontramos en el mercado de Dantopka. Vive a orillas del lago Nokoue en una casa desde la que antes podía ver el movimiento de las barcas que pasan continuamente. Ahora cada vez puede ver menos, porque las montañas de basura han crecido tanto que tapan la vista y las aguas del lago están tan contaminadas que los pescadores deben alejarse mucho para poder pescar. La protagonista de mi historia trabaja todos los días vendiendo bolsas de plástico. Así ayuda a una señora que dice ser su tía. Hoy está ilusionada porque ha hablado con unos periodistas extranjeros que iban a contar en qué condiciones viven. Quizá así las cosas cambien…
Miguel A. de la Fuente, cámara de TVE.
A Fô-Bouré, que está lejos hasta en el mapa, no suelen llegar los pocos periodistas que se interesan por contar la enorme desigualdad en Benín. Por eso me impactó aún más el efecto de los proyectos que Manos Unidas pone en marcha junto a Rafa Quirós, el misionero que se patea cada día las aldeas que rodean este pueblo. Agua y luz: acabar con la mayoría de las enfermedades relacionadas con el consumo de agua contaminada y electricidad para que los niños puedan estudiar en casa una vez caiga el sol. ¿Hay algo más potente para una población sin recursos? De leer bajo una farola a poder hacerlo en casa; conservar las vacunas o los alimentos… Eso es cooperación para el desarrollo. Menos sexy para los medios que las emergencias y los desastres, pero gracias a estos proyectos esta zona de Benín sabe ya lo que es el cambio.
Nicolás Castellano, Cadena SER.
Recuerdo el olor del mercado de Dantokpa, un lugar inhóspito donde miles de menores trabajan en condiciones de esclavitud. Y la mirada de los niños a quienes han robado la infancia. Afortunadamente, en todo este vacío hay huecos por donde se cuela la esperanza. Proyectos como «Mama Margarita», donde el cariño y la seguridad arropan a estos jóvenes que buscan refugio antes de dormir. O la «Maison du Soleil», donde niñas y jóvenes, víctimas de abusos, aprenden un oficio, conocen sus derechos y sacan a sus hijos adelante. Inevitable sonreír al recordar a Ulrich, que pasó por «la Casa de la Esperanza ». Emocionado, y todavía incrédulo, nos contaba cómo gracias a la formación recibida, había dejado de ser un niño de la calle…
María García Castelo, redactora de TVE
Las historias de los niños que conocimos son las de miles de niños y niñas de Benín, un país donde la mitad de la población tiene menos de 18 años y donde un menor puede ser vendido por menos de 30 €. Gracias a la ayuda de organizaciones como Manos Unidas, pudieron abandonar las calles y llegar a ser panaderos, costureros o peluqueros. Pero otros muchos siguen sufriendo explotación laboral, violencia sexual, tráfico y maltrato. Sus voces deben ser escuchadas para que ninguno más tenga que descargar camiones en el mercado, para que ninguna más sufra abusos sexuales y sea repudiada por su propia familia, para que ninguna más sea obligada a casarse, para que ninguno más sea asesinado por ser considerado niño brujo. Los niños de Benín solo deberían preocuparse de ser niños y de poder llegar a cumplir sus sueños.
Laura Ramírez, redactora de Europa Press.