La octogenaria misionera María Teresa Sádaba, reflexiona sobre sus treinta años de servicio en la República Democrática del Congo. Trabajó como educadora en una zona conflictiva, cerca de Ruanda y de Burundi. Desde la década de los sesenta impulsó proyectos de desarrollo, en la zona, para Manos Unidas.
"Me siento puente entre lo que vivo ahora y lo que viví en África"
La octogenaria misionera María Teresa Sádaba, reflexiona sobre sus treinta años de servicio en la República Democrática del Congo. Trabajó como educadora en una zona conflictiva, cerca de Ruanda y de Burundi. Desde la década de los sesenta impulsó proyectos de desarrollo, en la zona, para Manos Unidas.
El mineral de la discordia
Los ojos de ésta religiosa trasmiten nostalgía cuando mira el mapa de África. Para ella, el sufrimiento es parte del viaje, por las “guerras, divisiones, muertos o desplazados”. Recuerda, con tristeza en el rostro, un mineral utilizado para la tecnología. “Por el coltán hemos tenido problemas enormes y los seguimos teniendo”.
Un pueblo pobre de bienes materiales y rico en lo espiritual
A pesar de los conflictos, Mª Teresa, esboza una sonrisa al nombrar a “la gente del Congo”, que le maravilló. Se sintió acogida, “aunque no sabía mucho su lengua o sus costumbres”. La bondad y la alegría son virtudes que atribuye a los africanos. Con la mirada hacia arriba, recuerda: “La población vive de sol a sol, de las seis de la mañana a las seis de la tarde”. La eterna profesora, cree que la alegria, el poder compartir, el sentir cercanía, el quererse “ha sido fundamental en el Congo”.Confiesa que sus años en África le cambiaron al “pasar fronteras, ver otra mentalidad, ver otras pobrezas, otras carencias”. La ausencia de agua le quitó el sueño en Kinsasa. “Venia el agua por la noche, durante el día no tenías agua”, dice.
Cuando volvió a España le “sobraban muchas cosas” y ve que “se puede ser feliz sin tanta cosa, con lo esencial ”. Para ella, “es muy importante salir de nuestro entorno, abrir a las personas a otros horizontes”. “Vivimos muy bien, pero que hay otros que viven peor que nosotros y que tienen los mismos derechos como personas”, afirma con rotundidad.
Memorias de África
Como si de una película se tratase, la religiosa suspira al recordar las montañas del Kibbu. “Hay una preciosidad de volcanes que yo he sobrevolado en momentos de actividad volcánica”, rememora. Recuerda, contando con los dedos, la variedad de fauna salvaje cercana a uno de los parques nacionales. Señala que, al encontarse “en la montaña rodeada de gorilas y viendo un panorama maravilloso” disfrutó y dió “gracias a Dios por esa naturaleza maravillosa y esa gente estupenda”.
La misionera concluye: “Es estupendo que haya esta comunicación entre yo, aquí, en este momento y esta África que esta en su sitio, pero que tiene que seguir progresando y haciendo frente a sus dificultades y yo desde aquí le sigo apoyando”.
Esta “jóven” anciana continúa su trabajo, en España, en Manos Unidas. Para ella, la ONG “es un punto de referencia” y cree que “es fundamental poder seguir amando, queriendo, formando personas porque ellas serán el mañana”.
Rosa Toullis- Comunicación