Nuestro reto es transformar las estructuras establecidas para corregir el profundo y creciente abismo entre ricos y pobres

Cardenal Omella. Foto: Esglesia Barcelona
Cardenal Juan José Omella
Arzobispo de Barcelona y presidente de la Conferencia Episcopal Española.

Un año más, celebramos la Jornada Nacional de Manos Unidas, dentro de la campaña contra el hambre, que pone de relieve una realidad dolorosa y vergonzosa de nuestro mundo: el hambre.

Esta institución de la Iglesia católica en España lleva más de sesenta y tres años luchando contra el hambre, la miseria y sus causas. Manos Unidas trabaja por la ayuda, por la promoción de los países en vías de desarrollo. En su misión hace visibles a los invisibles.

La campaña contra el hambre de Manos Unidas de este año tiene el lema «Nuestra indiferencia los condena al olvido». El papa Francisco hablaba de la «globalización de la indiferencia» en Lampedusa y se ha referido a menudo a este fenómeno que caracteriza nuestra sociedad. Por ejemplo, en una homilía dice que «vivimos en la indiferencia: la indiferencia es este drama de estar bien informados, pero no sentir la realidad de los otros». Según el Papa, este es el abismo de la indiferencia ejemplificado en la parábola del hombre rico (conocido tradicionalmente como Epulón) y Lázaro (v. Lc 16, 19-31).

Sabemos que hay hambre en el mundo. Sin duda nos siguen impactando las imágenes televisivas que hemos visto durante décadas sobre el hambre. Nos conmueven, pero, ante tantas personas reducidas a esqueletos humanos, a causa de la pobreza y del hambre, reina un silencio internacional inaceptable (cf. Fratelli tutti, 29).

Estamos muy bien informados, sí, pero esta información no nos llega al corazón, y el sentimiento de lástima desaparece cuando apagamos el televisor o cuando cambiamos de canal para que no nos afecte.

Nuestro reto es transformar las estructuras establecidas para corregir el profundo y creciente abismo entre ricos y pobres. En muchos países ricos en recursos naturales, explotados por empresas extranjeras, la mayoría de sus ciudadanos no pueden satisfacer necesidades básicas como la alimentación. ¿Cómo podemos permitirlo? Tarde o temprano deberemos pasar el examen del Señor, como el rico Epulón.

Los gobernantes y directivos de empresas multinacionales tienen una gran responsabilidad y, al mismo tiempo, la oportunidad de equilibrar la balanza.

En 2020 Manos Unidas recaudó en España más de cuarenta millones de euros y se aprobaron 506 proyectos de desarrollo en 53 países. También se llevaron a cabo 172 acciones de emergencia y ayuda humanitaria en los continentes africano, americano y asiático por valor de cerca de cinco millones de euros.

Si me lo permitís, os pido, un año más, que ayudéis tanto como podáis esta entidad eclesial en sus nobles propósitos y en los proyectos anuales que desarrolla y supervisa. Os animo a colaborar en la Campaña de Manos Unidas contra el hambre en el mundo. Podemos hacerlo contribuyendo económicamente en las colectas que se realizarán este fin de semana en las parroquias y centros de culto o telemáticamente.

Queridos hermanos y hermanas, más allá de nuestros donativos, tenemos que combatir la cultura de la indiferencia que nos impide poner fin a la desigualdad, a la pobreza y al hambre. Todos estamos llamados a seguir trabajando por los más vulnerables de aquí y de cualquier rincón del mundo. Pidamos al Señor que nos ayude a hacerlo posible.

† Card. Juan José Omella
Arzobispo de Barcelona

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