Ciao Franco Cellana; ci vediamo presto!

Se nos ha ido demasiado pronto, asomando los 73 años y con un montón de proyectos por cumplir. Franco Cellana, misionero de la consolata, falleció hace unos días en su Italia natal, dejando tras de sí un legado de amor por el prójimo, personalizado en los centenares de niños de la calle a los que acompañó durante años en los barrios marginales, slums, de Nairobi, en Kenia.

Franco Cellana abraza a Jane Warimu en su casa de Nairobi. Foto: Javier Fernández

Se nos ha ido demasiado pronto, asomando los 73 años y con un montón de proyectos por cumplir. Franco Cellana, misionero de la consolata, falleció hace unos días en su Italia natal, dejando tras de sí un legado de amor por el prójimo, personalizado en los centenares de niños de la calle a los que acompañó durante años en los barrios marginales, slums, de Nairobi, la capital de Kenia.  

El padre Franco estaba dotado de un halo especial. Su grandeza física era solo comparable a su enorme corazón. Donde fuera, llenaba todo con su figura y su humanidad. Su labor cercana al pueblo que tanto quiso transcurrió entre diversas misiones en el país africano y su cargo como superior general de la orden en Nairobi.  

Nuestra compañera Inés Pan de Soraluce, coordinadora de los proyectos que Manos Unidas apoya de Kenia, y que durante muchos años acompañó y colaboró en la labor del misionero italiano con los más pobres y vulnerables de los slum, recuerda decenas de anécdotas que demuestran su gran humanidad. “Una vez a la semana, preparaba un picnic para los chicos de la calle. Pan y huevo frito y, sobre todo, mucho amor y atención”.  “Los chicos le querían tanto que, luego, cuando yo seguía mi camino por los barrios, me acompañaban, protegiéndome”. A Inés se le ilumina la cara cuando habla de Cellana; igual que a él se le iluminaban los ojos cuando hablaba de “sus chicos” de Kenia, su prioridad en la vida.      

Street children en Nairobi. Foto:Javier Mármol           

Manos Unidas creyó siempre en Franco Cellana y en su labor. Tras conocerle, ayudar y apoyar a esos pequeños abandonados a su suerte era también una prioridad para nosotros. El proceso de rehabilitación de esos pequeños era lento y laborioso; primero, antes de ofrecerles la posibilidad de acceder a una vida mejor, mediante el estudio y la formación, había que identificarlos y ganarse su confianza. Pero, los hermanos de la consolata, encabezados por Franco, obtuvieron tal éxito, que llegó un momento en el que los propios niños empezaron a acudir al centro, solicitando ser admitidos. Y Manos Unidas estuvo allí para ayudar a consolidar dos cooperativas artesanales donde no solo aprenderán un oficio sino que podrán participar de los beneficios de las ventas de los productos elaborados por ellos.

Y en todo este proceso estuvo siempre presente el religioso italiano, con su palabra certera, su mirada cargada de amor y su enorme abrazo fraterno.

Por todo ello, queremos recordar y homenajear hoy a nuestro amigo Franco Cellana, cuyo recuerdo permanecerá siempre en los corazones de cuantos le llegaron a conocer.  

Ciao Franco, ¡chi vediamo presto!          

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