Con las últimas imágenes de muerte en el desierto del Sahara y en las aguas del Mediterráneo aún frescas en la retina, nos encontramos con una nueva medida que trata de poner fin a los sueños de futuro de miles de personas condenadas a la miseria por haber nacido en “calles equivocadas de la Aldea Global”: la concertina de seguridad que se ha vuelto a instalar en la valla de Melilla.
“Solo me viene a la cabeza la palabra vergüenza; es una vergüenza”, el papa Francisco no encontraba otros términos para describir la reciente tragedia de Lampedusa, que dejó más de 300 cadáveres de emigrantes somalíes y eritreos en las costas de la isla italiana. Manos Unidas se sumó también a la denuncia del Papa, que criticaba sin paliativos esas medidas disuasorias frente a la inmigración, establecidas por la mayoría de los países, que pueden suponer una condena a muerte para miles de seres humanos.
En nuestra defensa de los derechos humanos, en Manos Unidas queremos sumarnos también a las voces que condenan la nueva medida disuasoria instalada en la valla de Melilla. La concertina de seguridad no es más que una alambrada cubierta de cuchillas, que corta de cuajo los derechos humanos que amparan a todas las personas. Y hacemos nuestras las palabras del comisario de Derechos Humanos del Consejo de Europa, Niel Muiznieks, que rechaza esta medida porque “quien emigra es gente desesperada” y la concertina "solo va a causar más desesperación".