Soledad Suárez, Presidenta de Manos Unidas, está realizando un viaje por la zona norte de India, junto con un grupo de periodistas, la responsable de medios de comunicación de la organización, y la coordinadora de proyectos de la zona, para visitar alguna de las iniciativas de desarrollo que apoyamos en el país asiático.
Soledad Suárez, Presidenta de Manos Unidas, está realizando un viaje por la el estado de Uttar Pradesh, al Norte de la India (del 6 al 13 de octubre) junto con un grupo de periodistas, la responsable de medios de comunicación de la organización, Marta Isabel González y la coordinadora de proyectos de la zona, Ana Cárcamo, para visitar alguna de las iniciativas de desarrollo que nuestra organización apoya en este país, representativos de las 5 áreas de acción de Manos Unidas y en esta ocasión, especialmente centrados en la mujer, dado que nuestra campaña 2013 es "No hay justicia sin igualdad".
Además de poder seguir todo lo ocurrido en el viaje a través de la Red Social de microblogging, Twitter con el hashtag #ConexiónIndia, te invitamos a leer los reportajes y artículos que ya han enviado y publicado desde allí Juan Luis Sánchez, Subdirector de Eldiario.es en su sección especializada en periodismo y derechos humanos 'Desalambre'; Isabel Vega redactora de EPSocial, sección especializada de la Agencia Europa Press y Ricardo Benjumea, Redactor Jefe del semanario Alfa & Omega.
Además de estos tres que destacamos, abajo del todo en el recuadro "Enlaces" puedes acceder a más noticias y reportajes generados en este viaje ...El resto de compañeros que han viajado (Miriam Sánchez de Aragón TV, Lourdes Terrassa, Directora de Revista Brisa y redactora de Última Hora Mallorca y Azucena García, freelance y responsable de Solidaridad en Consumer Eroski) también irán publicando sus experiencias y reportajes. ¡¡Os seguiremos contando y actualizando esta noticia!!
(Juan Luís Sánchez) A Jyoti la llaman comerratas. Sostiene a su hermana en brazos y camina sin resbalar por el fanguizal que es hoy su aldea después de la lluvia. Dice que tiene 19 años y parece que son 13: figura menuda, ojos de niña que ya no juega, un adorno en la nariz.
A Jyoti la llaman comerratas, como a toda su familia. Viven en la aldea de Kapil Dhara, a unos kilómetros al norte de la ciudad sagrada de Varanasi (Benarés), en el corazón del valle del Ganges, una explanada eterna que es s el paraíso de los dioses hindúey budistas y una ciénaga para sus mortales. En los 10 kilómetros que separan el río santo de la aldea de Jyoti se extiende la vida en forma de pasta densa y concentrada, como si no hubiera sido terminada de untar. Una pobreza urbana monocorde y contundente camufla entre borrones de suciedad escenas que ya por separado serían insoportables. El barro colecciona rostros, el agua encharcada hace tiempo que dejó de buscar una alcantarilla, los edificios son tela raída.
En el epicentro mundial de la superpoblación las leyes de la física mutan; las motos y los coches están libres de las reglas de la inercia, sus conductores no sienten miedo; los que pasean no pasean, atraviesan corrientes de tráfico y esquivan hombros; la gravedad no afecta a las estanterías de las tiendas, que acumulan telas, zapatos y semillas que a pesar del bullicio están ahí para no ser vendidas nunca; las ruedas de las bicicletas y los rickshaws no se pinchan a pesar de que el asfalto de las calles está enterrado en polvo y basura, agujeros y piedras; los hombres resisten recostados sobre cualquier esquina el murmullo infartado de las bocinas, que no se avisan sino que conversan.
(Isabel Vega) Cientos de niños vagan a diario a espaldas de la estación de tren de Varanasi, en el estado de Uttar-Pradesh, centro neurálgico de las comunicaciones en el norte de India --más de 300.000 pasajeros la cruzan cada día-- a cuyas espaldas se extiende Charbhuja Shahid, un monstruoso lodazal poblado de casuchas levantadas con basura sobre la basura donde el abuso, el maltrato y la explotación son orden del día en la miseria. Lo explica la hermana Manju, religiosa del Servicio Indio de Misiones y cofundadora, junto al padre Abhishiktanand, de DARE, la primera y única ONG que ha entrado en este slum urbano en el que las chabolas conviven con un parque inmóvil de vehículos robados y semi desguazados donde se refugian estos niños perdidos y no reclamados, abandonados, huídos, repudiados por su discapacidad fisica o por la incapacitación que para muchos aún en la India supone haber nacido mujer.
Son los niños de las vías, los niños del tren; se ganan la vida recogiendo desperdicios y escombros, haciendo de rateros, de mendigos, de conejillos de indias, ganándose 20 rupias como víctimas de turistas nacionales y visitantes ocasionales en los baños del intercambiador. Algunos lo hacen directamente para sus padres, --Dare estima que 200 familias viven en Charbhuja Shahid--, otros, por orden de los adultos en cuyas manos acabaron cayendo de un modo u otro. Se les exige volver a 'casa' con una cantidad de dinero al día sin importar lo que tengan que hacer para conseguirla. En Charbhuja Shahid las manos vacías sirven para apagar cigarrillos y por eso, estos niños se las juegan colgándose de los trenes aún en marcha para alcanzar cualquier cosa revendible en el despiste de un viajero. También los hay que recogen basura, --45 rupias por cada kilo de plástico--, o rellenan y venden botellas de agua en los vagones. "A veces no es suficiente y acaban en los baños", lamenta la religiosa.
Manju se abre paso con una sonrisa, es "la llave" del campamento. Esa, y la confianza que confiere en la gente su labor rescatando a cuantos puede y atendiendo a cuantos se dejan. Los primeros, de momento sólo chicas, son los que acoge el centro de Dare desde que abriera sus puertas en 2010 a ocho kilómetros de allí, en la ciudad de Varanasi. Actualmente es el hogar de una treintena de niñas, aunque como le gusta repetir al padre Abhishiktanand (a quien todos llaman Abhi), no se cierra la puerta a nadie "en verdadero peligro". Los segundos, los que cada semana visitan las instalaciones y pasan unas horas jugando, aprendiendo, aseándose... "Haciendo cosas de niños", dice la religiosa. Tiene aliados en el camino, como Raju, que a sus 15 años ejerce de líder de un grupo de unos veinte menores y que empapado en sudor y con las pupilas dilatadas escucha cabizbajo como Manju ensalza a viva voz su compromiso ante el grupo de periodistas occidentales que la ONG Manos Unidas ha trasladado a la región para enseñar de primera mano la miseria que combaten en Uttar Pradesh los misioneros con los que colabora.
(Ricardo Benjumea) Cuentan que mucha gente se bloquea mentalmente al poner un pie en la India; algunas personas confiesan que el choque les ha cambiado la vida para siempre... India no es un país más, como otro cualquiera. Por momentos se tiene la sensación, más bien, de haber llegado a otro planeta.
Es casi mediodía del lunes en Baranés, la ciudad sagrada del hinduismo. En cuestión de segundos, una lluvia torrencial inunda el caos de la ciudad; todo queda sepultado bajo el lodo, pero el ritmo de vida sigue como si tal cosa. En algunas calles, el agua no tarda en sobrepasar los tobillos de los vendedores de los puestos callejeros. Al anárquico enjambre de coches, motos, bicis, peatones sin acera, vacas sagradas deambulando sin rumbo, perros famélicos, cabras, monos, búfalos, procesiones fúnebres camino a los crematorios a orillas del Ganjes... se añaden el barro y la basura flotante. No hay problema. La sensación que uno percibe es de pura rutina.
Una especie de invencible sentido de la fatalidad parece incrustado en el alma de los indios, para lo bueno y para lo malo. Quizá eso explique la naturalidad con la que a menudo son toleradas las situaciones más sangrantes de pobreza y marginalidad.
El norte, donde se encuentra entre otras ciudades Baranés, es la zona prioritaria para Manos Unidas en el país. La Sociedad Misionera India (IMS) es una de sus contrapartes más habituales. Su fundador es un belga, que llegó al franciscanismo desde la Compañía de Jesús, pero hoy la congregación es netamente autóctona. Cuenta con cerca de 200 sacerdotes, y en el seminario de Benarés se preparan 70 seminaristas. Proceden de lugares como Kerala y Bombay, en el sur del país, o de zonas tribales como Orisa. El norte de la India es su territorio de misión. La presencia cristiana es aquí más reducida, y la pobreza es mucho más dura.
En los estados del norte son más fuertes también las tradiciones hinduistas, protegidas por leyes anticonversión. Pero la IMS ha logrado descubrir la palanca para trabajar en estos lugares en la promoción de los más pobres de entre los pobres.
Muy llamativa es su labor de desarrollo comunitario. Es un trabajo lento, porque lleva tiempo ganarse la confianza de la gente. Cierta hostilidad se palpa todavía en un poblado seminómada y chabolista a pocos kilómetros de Baranés, donde la IMS ha iniciado un proyecto comunal con los come-ratas, como se llama también a este grupo, por razones que no hace falta explicar.
Ricardo Benjumea y Father Abhi, ante la Catedral de Varanasi. Foto: Marta Isabel González
(Miriam Sánchez) Emitido el 28 de octubre de 2013 en los informativos de Aragón TV
Marzo de 2014
Más de 2.200 campesinos de medio centenar de aldeas del estado indio de Uttar Pradesh forman parte de un proyecto de consolidación de la agricultura ecológica como vía de producción y mejora de la calidad de vida. Leelo todo en el reportaje de la periodista Azucena García publicado en el blog Alterconsumismo de El País.
Puedes leer el reportaje entero en este enlace.