En el último número del Boletín de Manos Unidas, publicamos parte de la entrevista que, con motivo de su participación en la campaña "Un mundo nuevo, proyecto común", le hicimos a Covadonga Orejas, religiosa vedruna, miembro de la Comisión de Justicia y Paz de Togo y Gabón y coordinadora del trabajo de protección de menores en dos centros de estos países.
Por Pilar Seidel
“Los que están en el poder no tienen los pies en la tierra, donde está la gente que sufre” dijo en el acto de lanzamiento de la nueva campaña de Manos Unidas. Esta misionera asturiana lo sabe muy bien porque desde hace tiempo solo pisa tierras africanas. Allí se marchó al acabar la carrera, porque había una gran demanda de ayuda en un campo de refugiados. Para Covadonga Orejas, África solo puede comprenderse cuando pones los pies en ella. Ella descubrió su secreto hace ya doce años. Hoy, es miembro de la Comisión de Justicia y Paz de Togo y Gabón y coordina el trabajo de protección de menores en dos centros.
¿Cómo nació tu vocación religiosa y de misionera?
Primero me llegó la vocación de misionera y luego la religiosa. En principio, mi idea al terminar la carrera era dedicarme a la cooperación en América del Sur. El hecho de estar en contacto con la comunidad de Carmelitas fue lo que hizo despertar esta vocación, en parte gracias a un boletín que redactaban acerca de sus misiones.
Sin embargo, todos tus destinos como misionera han estado en África. ¿Qué tiene este continente que lo hace tan maravilloso, a pesar de todo? ¿Con qué tres palabras lo definirías?
África es como el secreto de las bienaventuranzas, que cuando las oímos decimos “¿cómo puede ser, qué lógica es esa, tan difícil de comprender?”. Cuando pones tus pies allí lo entiendes. En mi caso, he estado allí porque siempre ha habido necesidad de ayuda, cuando una propuesta se acababa llegaba otra, y después otra…
¿Qué papel juega la caridad en el desarrollo?
El desarrollo va, desgraciadamente, muy ligado a la política. La caridad compensa esto, porque inclina el desarrollo hacia la justicia. Nosotras no vamos buscando resultados políticos rentables sino que acudimos donde realmente somos necesarias. Eso es la caridad.
Tenemos claro qué hacen mal los mandatarios del Primer Mundo, pero, ¿qué deberían mejorar los mandatarios de los países en desarrollo? ¿Qué es lo que los mandatarios del norte no les dejan hacer?
La actitud de estos países depende fundamentalmente de ellos, y no tanto del Norte. Los mandatarios tienen muy fijados los ojos en el desarrollo económico, dejando de lado los asuntos sociales.
En menos de un año vamos a alcanzar la meta de los Objetivos del Milenio. ¿Qué aspectos positivos destacas de ellos?
Para mí hay dos cosas pequeñas pero importantes. Primero, se han marcado objetivos comunes. Además, en el Sur hemos notado un gran esfuerzo de los países por tener indicadores de lo que está pasando, que antes se ocultaba. Si vemos las estadísticas, por ejemplo en Gabón los ministerios apenas tenían datos. Hoy en día, al menos nos hemos puesto en marcha.
Desde hace cinco años coordinas el trabajo de protección de menores en Togo y en Gabón. ¿Qué tienen en común estos dos países, y en qué se diferencian en este asunto?
Lo que tienen en común son los retos. Son países que han firmado tratados de protección de derechos del niño, pero falta que se apliquen. En Togo hay más conciencia social de la necesidad de proteger a los niños, mientras que en Gabón, este es un tema que ha pasado desapercibido. Togo tiene otros problemas, por ejemplo, el de los crímenes rituales.
¿A qué te refieres con los crímenes rituales?
Están ligados al poder y a las logias. La gente ligada al poder tiene que hacer sacrificios para mantenerse en el poder, así que pagan a alguien para que acometa un sacrificio. Normalmente sacrifican a personas de su familia, con lo cual es mucho más duro. Está probado que ha habido cuarenta casos el pasado año, treinta de los cuales presentan ya causas demostradas. Lo más grave es que hay una total impunidad.
Tanto en tu primer destino, en Guinea – Conakry, como después en Goma, has trabajado con el Servicio Jesuíta de Refugiados, apoyando a los desplazados. Esta es una realidad nos afecta muy de cerca. ¿Qué soluciones hay para acabar con esta lacra?
Lo más importante es la humanidad de la gente de a pie. Si los ciudadanos acogemos bien a los refugiados, las instituciones tendrán menos que hacer. Tenemos una comunidad de hermanas en Ceuta que intentan normalizar la vida de estas personas, que residen en un centro de internamiento. Ojala en todos los sitios puedan encontrar gente que les apoye y acompañe en esta realidad tan dura que padecen.
En 2007 acompañaste a una joven togolesa a Nueva York para dar testimonio sobre las niñas desprotegidas ante Naciones Unidas ¿Qué recuerdas de esa experiencia?
Tanto ella como yo descubrimos Nueva York de otra manera. No vimos Manhattan desde arriba, sino que visitamos los comedores y descubrimos otro lado de la realidad. Para alguien de África, ver que en el Norte también hay gente que lo pasa mal fue muy constructivo. Entonces tenía unos 16 años, y ahora está estudiando Derecho, muy motivada por el asunto de los Derechos humanos.
Como invitada de la Campaña 55 de Manos Unidas. ¿Qué mensaje te gustaría que los españoles retuvieran tras tu paso por España?
Para mí el mensaje es que hay que salir. Es cierto que las circunstancias son difíciles aquí y se palpa en el ambiente, pero es remarcable el esfuerzo de los ciudadanos. Ojala que haya gente que se contagie de este espíritu, porque ahí demostramos nuestra calidad humana.
También les invito a que pasen un tiempo, aunque sea poco, en otro país sin estos recursos, para que vean lo que es. Aquí, por ejemplo estamos acostumbrados a que el agua salga del grifo. Ver que en otros lugares eso no es normal puede suponer una lección de vida muy enriquecedora.