El 14 de abril Sierra Leona se vistió de fiesta. Tras una pesadilla que ha durado nueve meses, la normalidad vuelve al país más afectado por el brote de ébola más mortífero. Y lo hace abriendo las escuelas, vacías desde que el virus se adueñara del devenir del país. Muchos no regresarán y otros lo harán marcados por terribles vivencias. Pero todos vuelven con el deseo de que la vida retome la rutina que tanto han echado de menos.
El 14 de abril Sierra Leona se vistió de fiesta. Tras una pesadilla que ha durado nueve meses, la normalidad vuelve al país más afectado por el brote de ébola más mortífero que se recuerda. Y lo hace abriendo las escuelas que han permanecido vacías desde que la enfermedad se adueñara del devenir del país. Muchos niños y profesores nunca regresarán, otros lo harán marcados por unas vivencias difícilmente superables. Y todos vuelven con la esperanza de que la vida retome la rutina que tanto han echado de menos.
La hermana Elisa Padilla se convierte de nuevo en cronista inesperada de unos sucesos cargados, ahora sí, de emoción y esperanza. Atrás ha quedado esos días en los que la religiosa mexicana, con quien colaboramos en Manos Unidas desde hace años, lamentaba que la ayuda internacional se hubiera hecho esperar tanto y apelaba a que la crisis del ébola no llegara a convertirse en una crisis olvidada.
“Solamente cuando la vida vuelva a tomar su curso, será cuando nos demos realmente cuenta de a cuántas personas hemos perdido. Porque las víctimas de esta epidemia tendrán rostro y nombre", nos decía convencida.
Pues bien, ese día ha llegado ya, y Elisa no quiere privarnos de leer la que, seguro, será una de las cartas más felices y cargada de sentimientos contradictorios que escriba nunca.
Extractamos para vosotros algunos de esos párrafos que nos van a permitir emocionarnos compartiendo esos primeros pasos hacia la normalidad. El resto de la carta podéis leerla en el documento adjunto.
Desde Manos Unidas, queremos agradecer también a todas los que, como la hermana Elisa, han permanecido junto a las personas por las que trabajan cada día. A quienes, como los hermanos Miguel y Manuel, murieron contagiados por un virus que ha arrebatado la vida a miles de personas. Y a todas las víctimas de una enfermedad que ha mostrado su peor cara frente a los más indefensos y vulnerables. A todos ellos y a quienes nos han apoyado en nuestra lucha contra el ébola, nuestro homenaje y gratitud.