El Papa Francisco ha visitado hoy, 13 de junio, la sede del Programa Mundial de Alimentos (PMA) en Roma, una visita histórica nunca antes hecha por un Pontífice. Hemos querido destacar algunas frases que nos han parecido inspiradoras y, sobre todo, apremiantes, ya que, aunque han sido dirigidas a este organismo, todos podemos y debemos hacerlas nuestras.
El Papa Francisco ha visitado hoy, 13 de junio, la sede del Programa Mundial de Alimentos (PMA) en Roma, una visita histórica nunca antes hecha por un Pontífice.
Como reconocía el observador permanente de la Santa Sede ante este organismo, Mons. Fernando Chica, en una entrevista concedida hace unos días, “la visita de un Sucesor de Pedro al Programa Mundial de Alimentos es muy importante porque, con ella, el Papa quiere decir que conoce todos los objetivos delineados y hechos propios por este programa. (…) El Santo Padre está muy cerca de todos los que sufren y lo hace con su palabra, y lo hace con su testimonio, y lo hace también con una serie de iniciativas. Esta de ir al PMA se encauza en toda esta predilección del Santo Padre por aquellos que son también por el Señor más queridos, que son los pobres. (…) El Papa quiere poner de manifiesto que donde hay un sufrimiento humano allí está la Iglesia, porque la Iglesia es experta en humanidad, porque la Iglesia es escuela del mejor humanismo. Ninguna de las tonalidades del sufrimiento humano es ajena a la Iglesia, ninguna”.
Francisco ha hecho dos alocuciones durante esta visita, una a la Junta Ejecutiva, y otra al personal del organismo de Naciones Unidas, 11.500 funcionarios repartidos por todo el mundo.
Desde Manos Unidas invitamos a leer con atención la totalidad de las palabras del Pontífice, que entroncan directamente con nuestra misión, la de acabar con el hambre en el mundo, y con nuestra labor diaria, apoyando proyectos de desarrollo en todo el mundo desde hace 57 años. Pero hemos querido destacar algunas frases que nos han parecido inspiradoras y, sobre todo, apremiantes, ya que, aunque han sido dirigidas a este organismo, todos podemos y debemos hacerlas nuestras:
Hay una causa que no puede no interpelarnos: la lucha contra el hambre que padecen muchos de nuestros hermanos.
La excesiva información con la que contamos va generando paulatinamente –perdónenme el neologismo– la “naturalización” de la miseria. Es decir, poco a poco, nos volvemos inmunes a las tragedias ajenas y las evaluamos como algo “natural”.
Hoy no podemos darnos por satisfechos con sólo conocer la situación de muchos hermanos nuestros.
Es necesario “desnaturalizar” la miseria y dejar de asumirla como un dato más de la realidad. ¿Por qué? Porque la miseria tiene rostro. Tiene rostro de niño, tiene rostro de familia, tiene rostro de jóvenes y ancianos.
Conjuntamente con todas las acciones que ya se realizan, es necesario trabajar para “desnaturalizar” y desburocratizar la miseria y el hambre de nuestros hermanos. Esto nos exige una intervención a distintas escalas y niveles donde sea colocado como objetivo de nuestros esfuerzos la persona concreta que sufre y tiene hambre, pero que también encierra un inmenso caudal de energías y potencialidades que debemos ayudar a concretar.
Dejémoslo claro, la falta de alimentos no es algo natural, no es un dato ni obvio, ni evidente. Que hoy en pleno siglo XXI muchas personas sufran este flagelo, se debe a una egoísta y mala distribución de recursos, a una “mercantilización” de los alimentos. Los rostros hambrientos nos recuerdan que hemos desvirtuado sus fines.
Somos plenamente conscientes de ello, pero dejamos que nuestra conciencia se anestesie y así la volvemos insensible. Quizás con palabras que justifican: “y bueno, no se puede con tanta tragedia”. Es la anestesia más a mano.
Por esto urge desburocratizar todo aquello que impide que los planes de ayuda humanitaria cumplan sus objetivos. En eso ustedes tienen un papel fundamental, ya que necesitamos verdaderos héroes capaces de abrir caminos, tender puentes, agilizar trámites que pongan el acento en el rostro del que sufre.
Los animo a seguir adelante. No se dejen vencer por el cansancio, que es mucho, ni permitan que las dificultades los retraigan. Crean en lo que hacen y continúen poniendo entusiasmo en ello, que es la forma en que la semilla de la generosidad germine con fuerza. Dense el lujo de soñar. Necesitamos soñadores que impulsen estos proyectos.
La humanidad se juega su futuro en la capacidad que tenga para asumir el hambre y la sed de sus hermanos.
Cada uno de nosotros, con la responsabilidad que tiene, debe actuar en la medida de sus posibilidades para alcanzar una solución definitiva a esta miseria humana, que degrada y merma la existencia de un número muy grande de hermanos y hermanas nuestras.
Crean firmemente que el quehacer diario de todos ustedes está contribuyendo a convertir nuestro mundo en un mundo con rostro humano, en un espacio que tenga como puntos cardinales la compasión, la solidaridad, la ayuda recíproca y la gratuidad.