Jamina y Fátima: la dificultad de ser mujer y refugiada

Países como Líbano y Jordania, acogen a más de 4 millones de personas que llegan de Siria e Irak. Muchas veces son familias formadas por mujeres y niños a su cargo y doblemente desprotegidas en el mundo árabe, al no tener un varón que las acompañe. La difícil situación que viven las mujeres refugiadas ha sido vivida en primera persona por nuestra compañera África Marcitlach, coordinadora de proyectos de Manos Unidas en Oriente Medio en su última visita y lo cuenta en Onda Cero.

La dificultad de ser mujer y refugiada

Historias de vida en Onda Cero: mujer y refugiada

Desde Manos Unidas abogamos por combatir la barbarie y la sinrazón de la guerra, tanto en los países en conflicto como en las naciones que, generosamente, y a pesar de las muchas dificultades, llevan años acogiendo a quienes llaman a sus puertas pidiendo refugio. Como Jordania o el Líbano.

Nuestra compañera África Marcitllach, coordinadora de proyectos de Manos Unidas en Oriente Medio, pudo conocer en uno de sus viajes a Jordania la historia de Jamina y Fátima, dos cuñadas que tuvieron que salir de Siria hace 4 años. Y esta historia es la que ha contado en el programa de Onda Cero "Julia en la Onda" dentro de su espacio "Historias de vida".

Por Jamina y Fátima y por los millones de mujeres que tienen que afrontar estas tremendas circunstancias fuera de la seguridad de su entorno natural, Manos Unidas seguirá trabajando a favor de la paz, del desarrollo y de la justicia.  Escucha el testimonio de nuestra compañera África Marcitllach en este enlace

Te ofrecemos a continuación este testimonio por escrito para que también lo puedas leer:

Jamina y Fátima son dos cuñadas que tuvieron que salir de Siria hace 4 años. Entre las dos tienen 8 hijos de los que seis son chicas.Jamina y Fátima cuentan en Onda Cero la dificultad de ser mujer y refugiada, la difícil situación que viven cómo refugiadas.

Visitamos a esta peculiar familia, junto con las hermanas combonianas, el pasado septiembre en Ammán. Su casa, por llamarlo de alguna manera, consistía en una sala rodeada de un corredor abierto, donde cocinaban y tenían una letrina. El corredor estaba parcialmente escondido con cortinas ya que ellas y sus hijas mayores tienen que guardar el “purdá”. De hecho, antes de entrar en la casa tuvimos que esperar un buen rato a que se cubrieran todas convenientemente ya que nos acompañaban también dos hombres.

Al preguntarles por sus maridos nos explican, sencillamente, que sus maridos “no están”. Posteriormente las religiosas nos explican que han sido asesinados en la guerra, pero las mujeres, para protegerse, no lo dicen abiertamente. Dos mujeres musulmanas sin ningún hombre que les proteja y con tantos hijos, viviendo fuera de su entorno natural, son extremadamente vulnerables.

Estas mujeres y sus hijos viven, o más bien malviven, de la ayuda internacional. Su mayor problema es la movilidad dentro de Ammán para acceder a esas ayudas tanto por un problema económico claro como cultural y religioso.

Sus hijos no van al colegio porque no pueden pagar los gastos de transporte y, sobre todo las niñas, porque les da miedo exponerlas.

Las misioneras les ayudan a acceder a las diferentes ayudas y sobre todo las escuchan, pero hay problemas que no pueden solucionar como la asistencia psicológica a la mayor de sus hijas a la que torturaron en Siria porque, nos explican, querían capturar a su padre. Al igual que con el problema de la escolarización, les han asignado un psicólogo pero el alto coste del transporte en Ammán y el hecho de ser mujeres, lo complica todo.

No se les puede preguntar por el futuro.

Estas mujeres abandonaron la “seguridad” de sus horages, porque la vida es y será siempre, el más preciado de nuestros dones a pesar de la incertidumbre del futuro. Destacar que la gran mayoría de los refugiados son mujeres y niños.

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