En el pequeño poblado de Kanzenze, al sur de la República Democrática del Congo, Manos Unidas está impulsando dos grandes proyectos educativos: la rehabilitación y ampliación de la Escuela Infantil y Primaria Mikuba y la construcción del Instituto Uzima de Educación Secundaria, con una sección pedagógica y una técnica (Comercial y Gestión – Informática). Desde estas latitudes nos llegan noticias de cómo se vive allí la vuelta al cole.
Desde el pequeño poblado de Kanzenze, al sur de la República Democrática del Congo, nos llegan noticias de cómo está siendo allí la "vuelta al cole". La misionera Victoria Braquehais, que nos visitó en febrero y fue una de nuestras invitadas especiales de nuestra campaña anual "Plántale cara al hambre: siembra", ha publicado en su post un resumen de la labor que su comunidad de la Congregación Pureza de María realiza con apoyo y financiación, entre otros, de Manos Unidas. Podéis leer un extracto de este artículo a continuación, y al final de este texto encontraréis el link para leerlo íntegro.
Esta semana hemos vivido la “vuelta al cole” en nuestro poblado. Kanzenze es una zona rural situada en la provincia de Lualaba, al sur de la República Democrática del Congo, cerca de la frontera con Zambia. Desde el año 2014, Manos Unidas apoya aquí proyectos de desarrollo integral, sobre todo en el campo de la educación, de la sanidad y de la promoción a través de la capacitación agrícola.
Manos Unidas está impulsando actualmente dos grandes proyectos educativos. Por una parte, la rehabilitación y ampliación de la Escuela Infantil y Primaria Mikuba y, por otro, la construcción del Instituto Uzima de Educación Secundaria, con una sección pedagógica y una técnica (Comercial y Gestión – Informática). Ha sido… ¡emocionante!, ver a tantos niños y jóvenes camino de la escuela, en el patio, entrando en las aulas. Los pequeños, han llorado un poco, como en todas partes del mundo; los niños estaban deseosos de contarse cosas, de jugar en el recreo, de saber quién será su profe este año; los más mayores entraban en las aulas con el gozo que les da ir sintiéndose cada vez más ellos mismos. A mí me ha hecho especial ilusión ver a Anasthasie, Pascal, Savu, Landry y Dieu-Merci en 1º de Secundaria porque cuando yo llegué al poblado en 2009 tenían todos 4 años y empezaban el cole en Infantil. Los profes, que ya la semana pasada han estado preparando sus clases, estaban ahí. En un país en donde ser maestro no está nada bien pagado, están nuestros educadores aportando su valiosísima contribución a la misión de acompañar y formar a tantas personas. Como dice Malala, se podía sentir en el aire y el cielo azul de este rincón del corazón de África que “un niño, un maestro, un libro y un bolígrafo pueden cambiar el mundo”.
Sin embargo, hay aspectos muy interesantes de los proyectos de Manos Unidas que quizás no se captan a primera vista. Y yo los quiero compartir con vosotros. Se trata de proyectos en los que es siempre fundamental la demanda de la base, la participación de la población local, la integración de todos los agentes que constituyen el día a día del lugar en el que se realizan los proyectos. Por eso, siempre hay una aportación local en todos los proyectos: en la solicitud, en la exposición de los problemas, en el estudio de las posibles soluciones, en la realización y en la evaluación. Por ejemplo, las familias de los alumnos han contribuido en la fabricación de parte de los pupitres de la nueva escuela, con una aportación semestral aprobada por las familias en la Reunión General; y, en la Opción Comercial-Informática, aportan una cuota para el mantenimiento de la Sala y la renovación de los ordenadores. Y en la ejecución del proyecto se crean muchísimos puestos de trabajo y se impulsa y diversifica la economía local.
Nuestros alumnos no se quedan de brazos cruzados. Durante las vacaciones, algunos han fabricado ladrillos; otros han cultivado; otros se han dedicado al pequeño comercio…, en los días previos al comienzo de curso, dos chavales me han ayudado en el proyecto de siembra de la artemisa; un grupo de chicas y chicos han ayudado a limpiar, decorar y poner a punto la escuela; un grupito de niñas colabora en el internado… con eso, ayudan a sus padres y pueden comprarse los uniformes, los cuadernos y pagar la inscripción. Y, además, a los niños y jóvenes les gusta apoyar, sentirse importantes, trabajar juntos por su escuela, a la que quieren como algo muy suyo. Tenemos un gobierno de alumnos –elegido democráticamente, con presidente, parlamento y ministros–, y todos participan muy activamente en el día a día del colegio.