«Cuando terminé mi quinto grado, recuerdo que mi mamá me dijo que no teníamos dinero y que pasaríamos hambre y que debía ir a trabajar a la ciudad. En la escuela me iba muy bien, era muy inteligente… Mi profesora quería llevarme con ella a su casa, pero mi mamá dijo que no, porque necesitaba que yo trabajara y trajera ingresos a la casa.
Vine a la ciudad y tuve mi primer hijo siendo menor de edad, luego se me enfermó y eso me llevó a ingresar al mundo del trabajo sexual
Vine a la ciudad y tuve mi primer hijo siendo menor de edad, luego se me enfermó y eso me llevó a ingresar al mundo del trabajo sexual, donde estuve muchos años hasta que conocí a la gente de Tatarendy, quienes me abrieron la mente para siempre. Me dieron la oportunidad de estudiar de nuevo, de capacitarme en oficios, en derechos y muchas otras cosas más. Tengo tres hijos, dos de ellos ya culminaron su carrera profesional y hoy pueden tener otra historia y otras posibilidades que yo no tuve en la edad de ellos.
Mi vida y la vida de mi familia se transformaron completamente. Hoy trabajo y lucho por los derechos humanos de todas las mujeres que sufren en mi país lo que yo sufrí por muchos años: la explotación y el sometimiento».