Hablamos con Bamako y nos dicen que la vida transcurre con tranquilidad; con una calma que podría considerarse normal si no fuera porque, desde que el pasado 21 de marzo los militares se hicieran con el control del país, en las calles de la capital maliense la cotidianeidad está vestida de tensión.
Lo único que se sale de lo normal es que ya hace días que los bancos no dan dinero y que la gente, alarmada por el cierre de las fronteras, hace acopio de víveres, de gasolina y de productos de primera necesidad, porque Malí no produce mucho más que trigo y algún otro cereal, y depende del comercio con los países vecinos. Además, el país asfixiado ya por el hambre y la pobreza, se enfrenta ahora a las amenazas de sanciones por parte de la Comunidad Económica de Estados de Africa Occidental (ECOWAS en inglés).
Nos dicen que, en su fuero interno, la población apoya el golpe de los militares contra el depuesto presidente Turé, pero que temen por su futuro inmediato, porque ya han sufrido bastante y no saben lo que va a ser de ellos si el conflicto se alarga. Hay que tener en cuenta que muchos países, entre ellos los de la ECOWAS, Francia, la UE y Estados Unidos, no entienden que el golpe se haya producido solo un mes antes de las elecciones, que estaban previstas para este mes de abril, y han anunciado ya medidas.
Sin embargo, nos explican que la gente estaba cansada del la inacción del gobierno y de su “nefasta” gestión del conflicto con los Tuareg en el Norte. “Mandaban al ejército a luchar sin nada, sin ropa, sin víveres y, sin armas… Y ahora, se ha visto que muchos de esos que se iban a presentar a las elecciones son propietarios de innumerables bienes (casa, coches…)”. Y la población no quería más de lo mismo, tampoco el ejército, que no admite al candidato que sugiere la ECOWAS porque, para ellos, sería un simple lavado de imagen.
Y, mientras los países vecinos amenazan, incluso, con una intervención militar en Malí para devolver el orden constitucional, y las fuerzas del ejército golpista se mantienen agrupadas en Bamako, en el centro neurálgico del poder del país, los Tuareg y los miembros de AQMI (Al Qaeda en Magreb Islámico) van avanzando impunemente por el país. Y buscan, nos aseguran, un país en el que reine la ley islámica.