Alicia Vacas, responsable de las Misioneras Combonianas para Oriente Medio y Asia, que trabaja en la defensa de los derechos humanos de los colectivos más desfavorecidos (migrantes africanos, mujeres en busca de asilo, población palestina y beduinos), conoce el drama de las mujeres africanas, que tras un terrible periplo por el desierto del Sinaí, “un infierno de tortura y extorsiones”, llegan a Israel “para encontrarse con políticas que les niegan el reconocimiento como refugiadas y las condenan a la marginación”.
La solidaridad y la esperanza es lo que mueve cada día al proyecto Kuchinate, una iniciativa en la que la misionera comboniana se invoclucró desde el principio y que surgió en Israel con el fin de apoyar a mujeres eritreas y sudanesas que huyen del hambre y la pobreza en su país y se dan de bruces con las férreas políticas de inmigración israelíes.
Cuando nuestros caminos se cruzaron con los de estas mujeres en la clínica que atienden los Médicos por los Derechos Humanos en Tel-Aviv, solo pensábamos en protegerlas y cuidarlas, porque nos abrumaban sus historias, y porque nadie merece pasar por lo que ellas han pasado.
No fue fácil sanar las heridas físicas de estas mujeres y menos aún las del corazón. Pero el empeño de quienes las conocieron hicieron posible el nacimiento de Kuchinate, la iniciativa que la hermana Vacas define como “el encuentro de personas dispares y de una herida abierta. Herida que puede encontrarse con características casi idénticas en muchos países”.
“Hoy Kuchinate, que en tigriña, la lengua que se habla en Eritrea, significa ganchillo, es un proyecto psicosocial que trabaja para empoderar a más de 300 mujeres víctimas de las mafias de la trata de personas y a sus hijos”, describe la misionera. Reunirse para hacer ganchillo es la mejor terapia para estas mujeres que, juntas, intentan superar los traumas del pasado. Tejiendo y hablando enfrentan miedos y traumas y se sienten capaces de abordar lo que la vida les ponga por delante, “por ellas y, sobre todo, por sus hijos”.
QUIERO COLABORAR EN PROYECTOS COMO ESTE
Alicia Vacas ha sido testigo de cómo la pandemia ha amenazado con dar al traste con mucho de lo conseguido estos años. “Durante los sucesivos confinamientos que ha sufrido Israel, estas mujeres han padecido lo indecible, pero su sufrimiento ha desencadenado un vendaval de solidaridad para acompañar y sostener a las familias más vulnerables. Y de este tsunami de solidaridad ha sido parte, como siempre, Manos Unidas”, asegura.
En el tiempo tan duro y tan difícil que nos ha tocado vivir, la hermana Vacas señala que todos hemos aprendido algunas lecciones y una de ellas es, en su opiníon, que "la vida es frágil y tenemos que disfrutarla, cuidarla y protegerla".
"Manos Unidas lleva más de 60 años cuidando y protegiendo a las poblaciones más desfavorecidas y da la oportunidad a las personas de hacer que su vida cuente, que la solidaridad crezca y se contagie".