Aunque el Mundial de Brasil ya terminó, desde Manos Unidas no nos olvidamos de otras realidades que sufre el país y que también esperamos que algún día finalicen. En el especial "La otra cara del Mundial" que ha estado publicando el diario El Mundo, la periodista Yasmina Jiménez ha podido hacerse eco de del trabajo que realizan en el país dos organizaciones locales con la financiación y apoyo de Manos Unidas.
No te pierdas estos dos reportajes y descubre cómo viven en Brasil, y concretamente en São Paulo, las personas de la calle (moradores de la calle) que recogen y reciclan basuras o la situación de trabajo esclavo que aún se da en el país. Y también cómo con el trabajo de organizaciones como el Centro Gaspar Garcia de Derechos Humanos y el Centro de Apoyo al Migrante (CAMI), Manos Unidas procura lograr otra realidad diferente y un futuro mejor para miles de personas.
Y además, abajo del todo te facilitamos ENLACES no sólo a estos reportajes, sino a otras intervenciones en medios de comunicación relacionadas con Brasil y esa "otra cara" que hemos querido destacar.
Marconi Rufino, de 46 años, camina empujando un carrito de supermercado lleno de cartones, bolsas de plástico y latas vacías. Lleva chanclas y los pies como si hubiera recorrido toda la ciudad de São Paulo descalzo. Durante una hora, no sonríe ni una sola vez. En algunos momentos, mientras las palabras desenroscan sus secretos, se le humedecen los ojos verdes; él desvía la mirada como si así ocultara sus tormentos y se agarra con más fuerza al carro que sólo ha soltado con una mano a ratos para limpiarse el sudor que le recorre la cara. Hace mucho calor, pero acaba de empezar a buscar entre la basura materiales reciclables y si para ahora, hoy no come. Rufino vive en la calle y es, como otros muchos, el último eslabón en la cadena de reciclaje de la ciudad con la economía más fuerte de América Latina: São Paulo.
"Cometí un error y nadie, ni mi familia ni mis amigos, tienen que pagar por ello", admite cuando habla de la inversión que realizó hace un año de todos sus ahorros en un nuevo negocio que fracasó y le dejó sin nada. Nunca pidió ayuda a nadie y asumió las consecuencias de un mal calculo que le sumió en una depresión profunda, de la que, asegura, está saliendo ahora. "Decidí empezar de nuevo y reciclo, lo que me da dinero a diario para sobrevivir".(continúa leyendo aquí el reportaje completo de Yasmina Jiménez, desde São Paulo)
Cuando Edgar Choque Viriegas, de 29 años, preparaba su viaje de La Paz a São Paulo nunca se imaginó lo que le esperaba en Brasil. Pensaba trabajar durante seis meses en una fábrica textil, pagar con los 300 dólares que iba a ganar la deuda que tenía con el banco en Bolivia y regresar a su país con algo de dinero para empezar una vida nueva. Pero nada era lo que parecía y terminó trabajando desde las 7 de la mañana hasta las 10.30 de la noche todos los días de la semana con una hora de descanso y 15 minutos para comida.
"Me dijeron que iba a cobrar 300 dólares pero cuando llegué aquí resulta que sólo eran 300 reales (unos 100 euros)", recuerda Edgar, aunque asegura que fue un malentendido porque el dueño le escribió la cantidad en un mensaje por Facebook con "el símbolo del dólar ($) sin la R delante (R$)" que especifica la moneda brasileña. "Discutimos, pero él insistía en que siempre habló de reales. Ya estaba aquí, ¿qué le iba a decir?". (lee aquí el reportaje completo de Yasmina Jiménez, desde São Paulo)