Río+20 ha sido una nueva oportunidad de la comunidad internacional para avanzar en el desarrollo sostenible; así lo demuestra el texto del la declaración “El Futuro que Queremos”, pero ha sido un esfuerzo mal aprovechado. A la luz de la declaración final pareciera como si tuviéramos mucho más tiempo y varios planetas para seguir con este formato de Conferencias o Cumbres Internacionales donde no logra primar la necesidad de tomar ya medidas concretas, asumir compromisos vinculantes, incluidas las aportaciones económicas tan necesarias para verdaderamente avanzar hacia la sostenibilidad.
Los estados no están por la labor de responsabilizarse y rendir cuentas de su actuación, que tiene un impacto en lo global; las intenciones son buenas pero la sociedad civil no quiere un Río+40. Ni el deterioro del planeta ni los millones de personas que pasan hambre nos autorizan a relajarnos o conformarnos con los resultados.
Por eso, reconocemos el entusiasmo, el activismo y la calidad de la participación de la sociedad civil durante todo el proceso de Río+20. Destacamos las valerosas aportaciones al documento de negociación de todos los grupos mayoritarios compuestos por mujeres, jóvenes, grupos indígenas, ONGs, sindicatos, sector privado, científicos, campesinos, etc., a nivel nacional, regional y local.
Consideramos la riqueza de la Cumbre de los Pueblos como espacio de expresión y participación alternativo del proceso. Las propuestas concretas de miles de personas venidas de todos los rincones del mundo se han traducido también en una declaración final que se hizo llegar a los Jefes de Estado.
Nuestra participación tanto en seminarios y talleres precisamente enla Cumbrede los Pueblos y el acompañamiento de nuestras contrapartes, frente a los diálogos que sostuvimos con representantes de gobiernos, en especial con el Gobierno español, nos han hecho caer en la cuenta de lo necesarios que hoy, tal vez más que nunca, resulta nuestro trabajo de sensibilización e incidencia. Necesitamos sociedades fuertes, críticas, propositivas, que no se resignen ante las decisiones insulsas de nuestros gobernantes y que ignoran la urgencia de caminar en otra dirección.
Tarde o temprano la presión de la sociedad civil hacia la sostenibilidad dará sus frutos y se reflejará en la toma de decisiones políticas. Seguiremos insistiendo en que El futuro que ellos quieren no es El futuro que necesitamos, y por eso no debemos perder la esperanza.
El futuro que queremos está en nuestras manos, y se construye hoy desde el compromiso y la solidaridad, de las personas y de las organizaciones. Por eso Manos Unidas, después de Río+20, renueva su compromiso de seguir luchando para construir un mundo sostenible, justo y equitativo, en el que la erradicación de la pobreza y el hambre sean el objetivo principal de las decisiones políticas globales que afectan a toda la humanidad.
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