Se nos fue María Manuela, un pedazo de la historia de Manos Unidas

Ayer, 14 de noviembre, habría cumplido 94 primaveras; pero su vida se apagó un poquito antes, el pasado fin de semana. María Manuela Garreta se nos fue llevándose con ella un pedazo de la historia de Manos Unidas, y dejando, entre todos los que tuvimos la gran suerte de conocerla, un gran vacío.

Ayer, 14 de noviembre, habría cumplido 94 primaveras; pero su vida se apagó un poquito antes, el pasado fin de semana. María Manuela Garreta se nos fue llevándose con ella un pedazo de la historia de Manos Unidas, y dejando, entre todos los que tuvimos la gran suerte de conocerla, un gran vacío.

María Manuela era pequeña y peleona. Era pura vitalidad; coqueta y divertida. María Manuela tenía un arranque y un empuje admirables. Era mujer de carácter, de grandes convicciones y creencias, que no cejaba en el empeño de conseguir lo que creía justo y necesario.

La historia de María Manuela está ligada a la de Manos Unidas; una de esas causas en las que creía firmemente y a la que nunca abandonó. No olvidaba aquellos primeros años en la calle Alfonso XI, donde se ubicaba la sede de la Acción Católica. Allí trabajó sin descanso, día tras día, para dar forma a lo que hoy es Manos Unidas, aunque su labor comenzó antes, en Ciudad Real, en el año 1950.

Desde entonces fueron muchas las tareas que desarrolló en la organización: infancia, vicepresidencia, juventud, secretaría; allí donde fuera necesaria, allí estaba Mª Manuela. Su último destino, el departamento de Socios, en la cuarta planta de la sede de los Servicios Centrales, en la madrileña calle Barquillo. Allí, en la mesa alargada, bajo el techo inclinado de la buhardilla, le esperaba su trabajo dos o tres días por semana. Durante varias horas cada mañana, ensobraba con gran pericia la correspondencia destinada a los socios. Y si había una emergencia, no hacía falta pedírselo; Mª Manuela aparecía por aquí, para poner su entrañable sonrisa y toda su vitalidad al servicio de la causa.

Solía llegar a las nueve y media de la mañana. Nunca antes y, desde luego, nunca después. Pero aquel día, en el que iba a haber un eclipse, adelantó su entrada.

- Pero María Manuela, qué prontito has venido hoy, ¿Te has caído de la cama?

- No, pero como vamos a estar un rato viendo el eclipse, habrá que recuperar el tiempo que perdamos.

¡Y qué especial fue para ella aquel 14 de septiembre en el que se anunció la concesión del Premio  Príncipe de Asturias de la Concordia 2010! Un premio que ella merecía como nadie, por su entrega y dedicación. Idea que, en su absoluta modestia, nunca compartió.  Con motivo de ese premio, los medios se interesaron por ella.

- María Manuela, que mañana viene la “tele” y quieren entrevistarte…

- Quita, niña, a ver si cuando me vean va a venir la policía a denunciar a Manos Unidas por “explotación de ancianos”.

Y no, no salió en la televisión; esa fue, probablemente, una de las pocas cosas que le negó a Manos Unidas.

María Manuela, ¡genio y figura!

Te echamos y te echaremos mucho de menos. Gracias por todo.

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