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NOTICIAS 20 de abril de 2011
Testimonio desde Abidjan
¿Cómo se ha vivido el conflicto en Costa de Marfil?
En Manos Unidas hemos recibido el testimonio de una persona que por seguridad y, a pesar de que el conflicto armado parece haber terminado en Costa de Marfil, prefiere mantener su anonimato. Se trata del relato escrito, robándole horas al sueño, por un marfileño, profesor en Abidjan, en el que se explica el porqué de un enfrentamiento civil difícil de asimilar y se enumeran las múltiples consecuencias que esta guerra ha tenido entre la población civil del país africano; consecuencias que, a día de hoy, no están ni mucho menos solucionadas.
Costa de Marfil lanzó un suspiro de alivio con la captura del presidente Laurent Gbagbo este 11 de abril de 2011. La detención de Gbagbo pone fin a cuatro meses y medio de intensa crisis postelectoral. Más de cuatro meses de estrés, de tensión, de miedo… porque un presidente saliente se ha negado obstinadamente a abandonar el poder perdido en las urnas.
El Presidente Gbagbo perdió, en la segunda vuelta, las elecciones del 28 de noviembre de 2010. De antemano parecía consciente de que iba a ser así; sabía que no podía ganar estas elecciones. La unión de los partidarios de presidente actual Allassane Dramane Ouattara, con los del antiguo presidente, Henri Konan Bedié y los de los partidos miembros del RHDP (Agrupación de Houphouetistes para la Paz) hacía prácticamente imposible su victoria. La prueba es que fue derrotado por más de 9 puntos de diferencia respecto a Ouattara (45% de votos contra el 54%). Y Gbagbo lo presentía desde el principio. Y el eslogan que eligió para la campaña, bien lo demuestra: iba a vencer sí o sí: “Ganamos o ganamos” no permitía una alternativa, no quedaba más que la victoria. Y para asegurarse esta victoria embarcó a su clan en una búsqueda, a cualquier precio, de soluciones a su pérdida de poder.
¿Y cuáles fueros estas soluciones?
Impedir la proclamación de los resultados de la Comisión Electoral Independiente (CEI) en el plazo de las 72 horas después de las elecciones. Los resultados estaban listos y disponibles con una copia al nuncio apostólico, una copia a la ONUCI y una copia a la corte constitucional, según lo que había sido convenido antes de las elecciones.
Y así es como empieza la puesta en marcha de la lógica “Ganamos o ganamos”. Ahora, es absolutamente necesario que el veredicto le sea propicio. Aquí, el presidente del tribunal constitucional, amigo personal de Laurent Gbagbo, se dispone a jugar sus cartas: se decanta en favor de Laurent Gbagbo un sábado, y el domingo el presidente presta rápidamente juramento.
¿A qué obedece esta precipitación?
Según su plan, en el momento en que el tribunal constitucional se pronunciase, no habría más que decir. Esta decisión sería respaldada por la ley y se impondría a la nación. Además, el presidente del tribunal constitucional, Paul YAO-N 'DRE, decidió que las elecciones habían estado marcadas por irregularidades y aplicó el artículo 65 de la constitución, que autoriza a anular los votos de algunas regiones, pero solo en aquéllas donde el electorado era favorable a Allassane Ouattara, hasta que el recuento dio como ganador a Laurent Gbagbo con un 51% del sufragio.
Este es el motivo por el que la Comunidad Económica de los Estados Africanos del Oeste (CEDEAO), la Unión Africana (UA), la Unión Europea (UE), los Estados Unidos (EEUU), en otras palabras, la Comunidad Internacional han tomado partido por la verdad y la justicia en Costa de Marfil. Ante todo se trataba de salvar la democracia en el país, y con ello en África, y no dejar prosperar este abuso de autoridad. Entonces dio comienzo el baile diplomático para convencer a Laurent Gbagbo de aceptar los resultados de las urnas y abandonar el poder. Pero su teoría de “Ganamos o ganamos” no le permitía entrar en razón y, menos aún, aceptar las propuestas para salir de la crisis.
De hecho, durante el tiempo de las negociaciones, Gbagbo se dedicó a comprar armas para sus milicias. Una vez que la diplomacia se muestra incapaz de llegar a un acuerdo, lanzó su ofensiva militar para hacer plegar al mundo entero a su voluntad: “estoy preparado psíquica, moral e intelectualmente para continuar este combate”, comentó a los protagonistas del baile diplomático que trataba de ayudar a Costa de Marfil a salir de la crisis.
En Costa de Marfil pronto se entendió el verdadero significado de “preparado psíquicamente”: “estoy preparado militarmente gracias a las armas”. En esto días se ha podido descubrir el arsenal de guerra que Laurent Gbagbo había aprovisionado durante largos meses, (si no durante largos años) para mantenerse en el poder.
Cuatro meses, ha durado el sufrimiento de los marfileños a la espera de las negociaciones. Un mes, dos meses, tres meses…cuatro meses de espera, de suspense, de estrés, de miedo… He aquí lo que vivimos:
Miedo de un secuestro (con lo que el secuestro conlleva). Sí; si alguien se pronunciaba públicamente contra Gbagbo o sus seguidores y éstos se enteraban, su vida estaba en peligro. Había que saber callarse y asumir algunas situaciones desagradables. Inconvenientes típicos de la dictadura.
Aquellos que hicieron campaña por el RHDP (un conjunto de partidos adeptos a la paz como Houpouet Boigny, antiguo primer ministro de Costa de Marfil), que ha llevado a Allassane Ouattara al poder, estaban amenazados de muerte. En este tiempo, más de uno se encontró con ella.
Miedo de una guerra civil porque uno de los “brazos” de Laurent Gbagbo, para ser exactos Charles Blé Goudé, invitó a los jóvenes desocupados a enrolarse en el ejército para combatir al lado de Gbagbo. El presidente saliente sabía que el ejército republicano de Costa de Marfil le había abandonado, porque en los cuarteles, el ejército no votó por él. Así que se dirigió a los jóvenes para reemplazar al ejército. El Estado Mayor del Ejército, del que Laurent Gbagbo era el jefe supremo, había efectivamente comenzado a distribuir armas a los “jóvenes patriotas” sin empleo. Estos jóvenes esperaban así formar parte del ejército y beneficiarse de un empleo sin pasar por las oposiciones de entrada. Y miedo a una guerra civil, porque existían enfrentamientos en los barrios de aquí y de allá, que hacían pensar en que eso podía ocurrir.
Además, Blé Goudé se había dirigido a los “jóvenes patriotas” para pedirles que pusieran controles por toda la ciudad de Abidjan. Con estos controles, además de amedrentar a la población, se trataba de impedir que los “rebeldes” (los soldados próximos a Allassane Ouattara), tuvieran libertad de movimientos por la ciudad. Los jóvenes controlaban la documentación y cometían abusos hacia los pasajeros que protestaban por los controles e, incluso, atacaban a los conductores del transporte público…
Todo ello era fuente de miedo, de un miedo cada vez mayor. Jóvenes que mataban a otros jóvenes porque no eran de la misma opinión política… Las cosas podían degenerar fácilmente en una guerra civil. También había enfrentamientos religiosos; se quemaron algunas mezquitas…
Por otra parte, los bancos cerraron justo después de pagar los salarios de enero. A duras penas, el gobierno de Gbagbo se organizó para pagar el mes de febrero a los funcionarios y trabajadores públicos, aunque a mediados de marzo todavía quedaban muchos salarios por pagar tanto en el sector público como en el privado. Numerosos familias se enfrentan a graves problemas para poder comer.
Además, el conflicto produjo grandes movimientos de desplazados internos en el país. La población de Abidjan, por ejemplo, se dirigió hacia las ciudades del interior donde había más seguridad. A pesar de los esfuerzos por acoger a todas estas personas, no existían casi lugares habilitados para ellos y las condiciones de vida que se encentraron no eran las más adecuadas: promiscuidad, falta de agua y de víveres... Algunos barrios de Abidjan fueron casi enteramente desalojados y, aunque ni uno solo escapó a los combates, unos sufrieron más que otros. La situación de Abobo, Yopougon y Adjamé podría calificarse de terrible.
Es difícil imaginar pero, por ejemplo, el barrio de Abobo, con más de 800.000 habitantes, fue objeto de bombardeos durante tres semanas, día y noche, simplemente porque albergaba a una gran parte del electorado de Allassane Ouattara.
El domingo 10 de abril, el cura de la parroquia St Agustin de Bingerville nos comunicó que en el patio de la iglesia albergaban a 1.000 desplazados. La víspera llovió torrencialmente en la ciudad y los desplazados se vieron obligados a dormir en la iglesia o bajo el altar con los bienes que han podido salvar. Mujeres y niños se encuentran así sin refugio, sin comida, en manos de sus bienhechores.
Durante días los combates y la inseguridad convirtieron Abidjan en una especie de cárcel de la que era casi imposible entrar o salir. La población permanecía encerrada en casa, aterrada. Los productos de primera necesidad escaseaban en los mercados y allí donde si había los disponibilidad, como en Bingerville, los precios se incrementaron de manera que pagarlos se hacía casi imposible: la docena de huevos pasó de 2000 Fcfa a 3500 Fcfa.; el precio de cuatro plátanos se multiplicó por cuatro (de 500 a 2.000 Fcfa), un aguacate se vendía a 3.000 Fcfa cuando antes no pasaba de los 200 Fcfa y el pollo duplicó el precio de 2.500 a 5.000 Fcfa… A medida que se incrementaban los precios, iba aumentando la desesperación de la población, sobre todo la de Abidjan.
En este contexto se multiplicaron los actos vandálicos. Muchos jóvenes creían estar haciendo bien yendo a robar los bienes de otros para conseguir dinero o, simplemente, por amasar bienes materiales. También se asaltaron los comercios y las casas abandonadas por las familias que huyeron de la violencia. Hay gente que se ha visto doblemente desplazada y doblemente asaltada, que han perdido dos veces sus bienes en una misma guerra, como un profesor desplazado de Bouaké a punto de jubilarse. Así es como los ciudadanos pueden morir de pena.
La guerra también ha causado muertos que quedaban abandonados en las calles de la ciudad. Eran muertos de ambos bandos. El CICR (Comité Internacional de la Cruz Roja) se afanaba por recoger los cuerpos, pero éstos eran tan numerosos que tuvieron tiempo de empezar a descomponerse, en plena estación de lluvias cortas. Por tanto, los cuerpos se “lavan” con el agua de la lluvia lo que supone un enorme peligro para la salud.
Cuando hay enfrentamientos en plena ciudad, como es el caso de Abidjan, una gran capital de más de cuatro millones de habitantes, la población es necesariamente víctima. La población civil ha pagado un enorme tributo en esta carrera por el poder. El único pecado de la población es el haber votado y elegido un presidente.
Además, hay que resaltar otros problemas graves de salud más allá de los que podía provocar la lluvia esparciendo la porquería de los cuerpos en estado de putrefacción. La población sufrió durante mucho tiempo, demasiado tiempo, las consecuencias del embargo de medicamentos de la Unión Europea sobre Costa de Marfil. Durante más de un mes, las farmacias y hospitales quedaron desabastecidos. En Costa de Marfil nadie se explica cómo la Unión Europea pudo decretar un embargo sobre los medicamentos. ¡Impensable! Había que sumar todo esto a los muertos que toda guerra, como tal, lleva consigo.
Como consecuencia de los bombardeos los barrios dejaron de estar abastecidos de agua potable. También se interrumpió la distribución de electricidad. Como se dice, un mal nunca llega solo.
Y ahora, ¿qué?
El testimonio fue escrito horas después de que las tropas francesas detuvieran a Lauren Gbabo. La incertidumbre era todavía palpable. Transcribimos literalmente el texto recibido.
Con la captura de Laurent Gbagbo hoy, tengo la esperanza de que cesen las hostilidades y que la población recobre al menos una paz relativa sin los bombardeos cotidianos que hemos conocido estos días. Fue verdaderamente horroroso.
Si tengo un llamamiento urgente que hacer, es a nivel de los medicamentos, y de los víveres. La población ha sufrido de tal forma que la pobreza se ha acentuado. Será difícil que algunos hogares sean autosuficientes durante un tiempo. Algunos padres de familia han perdido su empleo por culpa de esta guerra. Otras familias lo han perdido todo al abandonar sus casas, muchos niños no saben nada de sus padres.
Las familias tienen la necesidad de volver a realizar las actividades de las que se ocupaban antes, allí donde se encuentran ahora. Unos retoman la costura, otros el pequeño comercio y otros vuelven a la tierra para dedicarse a la agricultura.
Otros tienen necesidad de vestimenta.
¿Y los extranjeros?
La mayoría no han abandonado Costa de Marfil. Digan lo que digan éste es un país hospitalario donde se vive bien. En tiempos normales, gracias al desarrollo de la agricultura, toda la población encontraba qué comer.
Los extranjeros trabajadores (emigrantes diría yo) podían prosperar fácilmente. Si se han marchado por razones de inseguridad, regresarán en cuanto vuelva la calma. Los extranjeros se sienten bien aquí. En Costa de Marfil hay más de un 26% de extranjeros.
Ahora solo importa que retome la vida diaria. Mientras, la población continuará sufriendo.
© Manos Unidas 2011