Es sabido que la Amazonía alberga algunas de las mayores reservas minerales y de hidrocarburos del mundo. El problema principal se da con la minería del oro ya que, para refinarlo, se hace uso de mercurio: un gran contaminante del agua y de la tierra.
La construcción de represas hidroeléctricas modifica el cauce natural de los ríos, afectando a los peces y otras especies que viven en el Amazonas. Además, la rotura de unas presas han causado verdaderas tragedias.
Suena paradójico, pero una de las mayores riquezas de la Amazonía, minerales e hidrocarburos, es a su vez una de sus más grandes amezanazas. Actualmente, hay más de 800 concesiones mineras y contratos para extraer gas y petróleo. Esto afecta, por supuesto, a las áreas protegidas en la zona y en espera de ser aprobadas hay cerca de 6.800 solicitudes. Hablamos de alrededor de 24 millones de hectáreas las que podrían verse afectadas.
Además, casi el 40% de los territorios indígenas corren peligro por los más de 500 contratos mineros que se han firmado para la explotación de minerales e hidrocarburos. Si bien la mayoría se encuentra en Brasil, es muy probable que se expandan a otros países. A esto hay que añadir que la minería del oro en la región panamazónica incrementa la deforestación y que el uso del mercurio usado en el proceso, contamina el agua, la fauna y flora, el aire y, por ende, a todos los pobladores de las comunidades.
Un ejemplo evidente es el de las garimpas o minas ilegales que proliferaron en territorio amazónico durante la década de 1980, aunque luego fueron erradicadas en su mayoría durante los años 90's y 2000's. Según estimaciones de grupos ambientales y de derechos humanos, durante la administración de Bolsonaro (2019-2022) los números de mineros ilegales aumentaron hasta 20.000, en parte debido a los altos precios del oro.
Las minas ilegales controladas por garimpeiros y paramilitares se han establecido en tierras de cultivo de los yanomamis (pueblo indígena de Brasil), cortando el suministro autónomo de comida. También han contaminado los ríos en los que los nativos pescan y beben agua con el mercurio utilizado para procesar el metal que extraen.
Expertos ambientales y médicos llaman la atención sobre la deforestación amazónica y la muerte de animales, así como los focos de infestación de mosquitos trasmisores de malaria como resultado de la minería. Otros advierten sobre la llegada de forasteros a comunidades nativas aisladas que no poseen la inmunidad a enfermedades comunes en otras partes del país.