En 2021, el continente africano fue, si nos atenemos a los datos oficiales, el menos afectado por la pandemia de COVID-19. Las vacunas fueron llegando con cuentagotas y la iniciativa COVAX, puesta en marcha por la OMS y la UE para garantizar una vacunación equitativa, no logró los resultados esperados: a finales de año, el índice de vacunación alcanzó solo a un 6 % de todo el continente.
Sin embargo, más allá del impacto sanitario, la pandemia provocó el fin de la esperanzadora tendencia de los últimos años y el hambre volvió a aumentar, debido a la subida de precios y a la paralización o ralentización de las actividades generadoras de ingresos. Asimismo, el cierre de escuelas puede producir un perjuicio considerable en la educación, herramienta fundamental para que las poblaciones puedan salir de la pobreza. Los confinamientos y la permanencia de las mujeres, niños y jóvenes en sus hogares, provocó también el aumento de la violencia de género, los abusos y los embarazos y matrimonios precoces.
La violencia volvió a azotar al continente africano, con el incremento de los conflictos bélicos, los atentados y los secuestros perpetrados por radicales islamistas en Somalia, Malí, Burkina Faso, norte de Camerún, Kenia, Nigeria, Uganda y República Democrática del Congo. Mención especial merece Etiopía, con la dramática guerra enquistada del Tigray que tanto dolor y hambre está infligiendo al sufrido pueblo etíope.
A pesar de las dificultades, Manos Unidas continuó realizando proyectos de desarrollo en los distintos sectores de intervención, entre los que destaca la educación, clave para la cohesión social, la equidad, la cultura de paz y la defensa de los derechos humanos. Ante la situación de desigualdad y exclusión de las niñas, reforzamos su acceso a la educación primaria y secundaria, y apoyamos a las mujeres a través del impulso de actividades generadoras de ingresos y programas de sensibilización y formación destinados a fomentar su autonomía y empoderamiento. Por otro lado, las frágiles infraestructuras sanitarias se vieron desbordadas por la pandemia –un problema que se añadió a las muchas carencias que ya enfrentan a diario– y fueron objeto de nuestro apoyo financiero a través de la dotación de equipamientos y de la formación del personal.
Asimismo, intervinimos de emergencia para ayudar a las comunidades más afectadas por la erupción del volcán Nyiragongo en la República Democrática del Congo, así como para paliar las necesidades más graves de las poblaciones desplazadas a causa del yihadismo, con las mujeres y los niños como los colectivos más vulnerables.
Al cierre del año, los datos de nuestro trabajo en 30 países arrojaron la cifra de 181 proyectos apoyados con una inversión de 11.232.193 €, incluyendo iniciativas de desarrollo y emergencias.