El sistema alimentario dominante, caracterizado por la mercantilización de los alimentos para el lucro y no para satisfacer el derecho a la alimentación de las personas, está a la base del aumento del hambre en la actualidad.
La mayor desigualdad económica que caracteriza el presente, está suponiendo una pérdida de ingresos de las familias, lo que supone menos dinero para comprar alimentos.
Papa Francisco: “Dejémoslo claro, la falta de alimentos no es algo natural, no es un dato ni obvio, ni evidente. Que hoy en pleno siglo XXI muchas personas sufran este flagelo, se debe a una egoísta y mala distribución de recursos, a una 'mercantilización' de los alimentos”.
Algunas regiones ricas han apoyado con grandes subvenciones el predominio de sus productores en el mercado internacional, etc. y han acabado por imponer, por encima del derecho a la alimentación de todos, la producción de alimentos como un negocio, cada vez más lucrativo.
Los pequeños agricultores –que increíblemente son los que en gran parte padecen hambre- resultan excluidos del sistema, porque no pueden competir en los mercados globales.