La seguridad alimentaria significa que las personas tienen acceso a que satisfagan sus necesidades energéticas diarias para llevar una vida activa y sana. Por su parte, la inseguridad alimentaria implica limitaciones en la capacidad para obtener alimentos saludables, nutritivos y suficientes.
Según los datos del último informe del Estado de la seguridad alimentaria en el mundo (SOFI) 2022:
La inseguridad alimentaria grave ha aumentado a nivel y mundial y en todas las regiones y se prevé que 670 millones de personas podrían seguir padeciendo hambre en 2030.
La ONU ha señalado que la actual crisis alimentaria puede ser una catástrofe en 2023, ante la falta de fertilizantes, crisis energética, crisis de la deuda.
El hambre implica una situación grave de inseguridad alimentaria y sobre todo, la vulneración de un derecho humano.
El derecho a la alimentación no es el derecho a ser alimentado, es la plena potencialidad de toda persona para alimentarse en condiciones de dignidad. Y por tanto también implica el acceso a semillas, tierra, agua, recursos económicos y acceso al mercado.
Las comunidades pobres compiten con poderosos intereses por el control de los recursos naturales –como la tierra, el agua, los bosques y la energía (defensa del alimento en los territorios).
Son además mucho más propensas a ser afectadas por desastres naturales como sequías o inundaciones, muy vinculados al impacto del cambio climático.
Afecta también en mayor medida a las mujeres son las principales productoras de alimentos en el mundo, así como a comunidades indígenas.