La ciudad de Leticia, considerada la puerta de entrada a la Amazonía, es el punto de inicio de la expedición, tras un largo viaje desde Madrid.
Este lugar, caracterizado por ser el cruce de fronteras de tres países (Colombia, Brasil y Perú) que comparten el bioma, es también foco de diversas problemáticas sociales y ambientales: trata de personas, tala y pesca ilegal, entre otras actividades ilícitas como el tráfico de cocaína.
Situada en medio de grandes ríos, esta región cuenta con escasos medios de transporte, lo que dificulta los desplazamientos por tierra. Por este motivo, el más habitual son los barco-taxi que también sufren las consecuencias de la crisis climática, debido al aumento o decrecimiento del cauce de los ríos en función de los eventos meteorológicos extremos (lluvias torrenciales y sequías agudas).
«Eso cambia el calendario de reproducción de los peces y los conocimientos ancestrales ya no corresponden con la realidad», nos cuenta Francisco, coordinador del Consejo Indigenista Misionero (CIMI) que trabaja en los departamentos de Amazonas y Roraima.
Las consecuencias de este fenómeno dificultan la permanencia de las comunidades en los territorios que se ven abocadas a vincularse a la agricultura. Y aunque a aquellas personas que se dedican a actividades comerciales parecería no tenerles que afectarles en sus quehaceres, el hecho es que la sequía ha provocado que se haya suspendido el transporte de mercancías. «Aquí el clima marca el ritmo y no hay nada que lo pueda compensar», asegura.
Este año, la grave sequía, además de dificultar el transporte de mercancías, también afectó al acceso de servicios como la salud y la educación, por las dificultades de movimiento de profesores y médicos a las aldeas, provocando una «situación de gran vulnerabilidad».
A pesar de que, a nivel político, se ha intentado paliar la situación con el suministro de agua, el coordinador de CIMI habla claro: «Una botella de agua no mitiga el cambio climático. (…) Lo que más nos preocupa es que a pesar de los síntomas es una tierra en asedio», lamenta, recordando que se pueden evitar mayores consecuencias de la crisis climática deteniendo la explotación del petróleo y la minería en la Amazonía.
«Cada año hay más emergencia de algo que cada vez es más programable, que ya se sabe que va a pasar», critica.
Con estas palabras todavía retumbando en la cabeza y el baño de realidad, el primer día termina con una cena de líderes en Atalaya del Norte, la ciudad más alejada de la región. Ésta se considera como la puerta de entrada al Valle del Javarí, la segunda mayor reserva indígena de Brasil, después de los Yanomani. Una realidad que conoceremos mañana.