Desarrollo sostenible en Casamance: jardines de mujeres y bosques sagrados
Soy Adela González de Manos Unidas y vivo en Ziguinchor, capital de la región natural de Casamance, al Sur de Senegal. El entorno en el que vivimos es un auténtico paraíso. Tenemos un gran rio del que parten numerosos bolongs (meandros), rodeados por palmerales y manglares con ostras adheridas a sus raíces. Bosques de imponentes ceibas, árboles de maderas preciosas, mangos, anacardos, naranjos, aguacates y los omnipresentes babobabs. Una naturaleza exuberante fundamental para la vida y las tradiciones del pueblo diola. Los bosques sagrados acogen las ceremonias de iniciación de los jóvenes, llamadas Bukut, y en los poblados encontramos los “árboles de la palabra” donde se convocan las reuniones.
Pero, al igual que ocurre en el resto del planeta, los bosques de la Casamance sufren un elevado ritmo de deforestación. Se ha realizado una cartografía de dos bosques que ha constatado un nivel de degradación preocupante. Los árboles de mayor tamaño y alto valor ecológico como el palisandro y otras especies tropicales de maderas preciosas de crecimiento lento están desapareciendo. Las causas son múltiples y entre ellas destacan el saqueo de los bosques a través de la tala ilegal y la quema del bosque para preparar los campos para la agricultura. Lo que alguna vez fue bosque se va convirtiendo en sabana, y lo que una vez fue sabana ahora es desierto.
Los que formamos parte de Manos Unidas trabajamos para promover un cambio radical en nuestra manera de relacionarnos y de usar los bienes de la tierra. Frente a un modelo social y económico que pretende convertirnos en depredadores, nuestra responsabilidad y compromiso es ser cuidadores de la «casa común» que nos acoge y que compartimos con todos los seres vivos. Estamos convencidos de que es imprescindible transformar nuestro modelo de producción y consumo para caminar hacia un desarrollo humano sostenible, y que nuestra conexión con la naturaleza hunda sus raíces en la justicia y la solidaridad.
Por ello, aquí en Casamance, hemos unido nuestras manos a las de la población de los municipios de Djinaky y Sindian para luchar juntos contra la pobreza, el hambre y la degradación del medio ambiente. El Programa “Agricultura, refuerzo del tejido asociativo rural y derechos socioeconómicos de mujeres y jóvenes en Senegal” que Manos Unidas lleva a cabo desde hace 4 años con financiación de la Cooperación Española, tiene muy en cuenta la protección del medioambiente. Se realizan actividades de sensibilización de la población en el cuidado de los bosques, prevención de los fuegos, apertura de corta fuegos, siembra de viveros, y actividades de reforestación. Además, la producción agrícola se realiza con enfoque agroecológico: gestión cuidadosa del agua, bombas solares, abonos y plaguicidas exclusivamente de origen biológico.
Hemos constatado que el proceso de sensibilización y movilización social para proteger la naturaleza no es sencillo, especialmente entre una población cuya prioridad es comer cada día y disponer de los ingresos básicos para poder atender a las necesidades de educación y salud, pero se van abriendo procesos de cambio a través de la formación, el compromiso de los ciudadanos y de las autoridades (jefes de los poblados, presidentas de los grupos de mujeres, alcaldías…) y el fortalecimiento de las estructuras participativas como son los comités de gestión de recursos naturales.
Ya estamos recogiendo la cosecha fruto del esfuerzo comunitario. En los viveros las semillas han dado paso a los plantones y durante la estación de lluvias mujeres y hombres de todas las edades han reforestado el bosque, abierto cortafuegos y plantado árboles resistentes al fuego que, además, dan frutos deliciosos como es el caso de los anacardos. Los 41 huertos (“jardins” en francés) que agrupan a más de 2000 mujeres, han florecido y han producido cientos de toneladas de catorce variedades de hortalizas biológicas: tomates, pimientos, berenjenas, judías verdes, coles, pepinos, zanahorias, patatas… que han mejorado la nutrición y los ingresos económicos familiares.
Desde Senegal, rodeada de bosques sagrados y de jardines de las mujeres puedo testimoniar que, con el gran apoyo de todos los que formamos esta gran familia que es Manos Unidas, estamos poniendo nuestro granito de arena en el cuidado de nuestra maravillosa casa común y de las personas que habitamos en ella, especialmente las más vulnerables. ¡Os animo a encender vuestro compromiso para, juntos, “iluminar el mundo”!