En Manos Unidas creemos que el trabajo no es solo un medio para ganarse la vida, sino una expresión fundamental de la dignidad humana. Así lo afirma la Doctrina Social de la Iglesia, que guía nuestras acciones y proyectos en todo el mundo. Como señalaba San Juan Pablo II en su encíclica Laborem Exercens:
El trabajo es una clave, quizá la clave esencial, de toda la cuestión social. (n. 3).
Esta afirmación nos invita a mirar más allá de los indicadores económicos y preguntarnos qué tipo de trabajo estamos ofreciendo como sociedad. El verdadero desarrollo no se mide únicamente por el crecimiento del PIB, sino por la capacidad de garantizar condiciones laborales justas, humanas y sostenibles para todas las personas independientemente de dónde vivan.
La Iglesia también nos recuerda que el trabajo no puede convertirse en una fuente de explotación o sufrimiento. Un trabajo digno, según esta doctrina, es aquel que respeta los derechos laborales fundamentales: un salario justo, condiciones seguras, horarios razonables, protección social, derecho a la sindicación y al descanso.
Por ejemplo, una cooperativa agrícola en América Latina que garantiza a sus trabajadores un pago justo por su cosecha, acceso a servicios sanitarios y participación en la toma de decisiones, es un modelo alineado con esta visión. En cambio, las maquilas o fábricas textiles donde mujeres y niñas trabajan jornadas extenuantes por sueldos mínimos y sin garantías, son una contradicción flagrante de los principios cristianos de justicia y equidad.
En Manos Unidas trabajamos para que ningún niño se vea obligado a trabajar y para que cada persona, sin importar su origen, pueda acceder a un empleo digno. Creemos en una economía que ponga al ser humano en el centro. Por eso, promovemos políticas públicas, alianzas y modelos productivos que generen empleo decente, inclusivo y sostenible.
Nuestro compromiso con el trabajo digno nace de una convicción profunda: toda persona tiene derecho a desarrollarse plenamente a través de un empleo justo. Porque cuando el trabajo respeta la dignidad humana, no solo transforma vidas, también transforma sociedades.