La sequía que afecta al Tigray está llevando a los campesinos al límite. En la localidad de Wukro, Abba Gebre —director de la escuela profesional y técnica de St. Mary— explica como la falta de lluvias ha impedido cosechar a unas familias que miran al cielo con desesperación.
Durante la guerra, los campesinos lo perdieron todo. Con los hombres en el frente, muchos campos quedaron sin cosechar. Los soldados eritreos robaron o mataron al ganado y muchas de las personas expertas en agricultura o en ganadería fallecieron durante la contienda. Y la deforestación y la sequía convierten los campos en tierras baldías.
El sueño de Abba Gebre es devolver a estas personas a la «vida real, al camino correcto». Como institución, intentan proteger y tratar a las personas traumatizadas y, especialmente, a los jóvenes. Y «trabajamos siempre como una familia para los más pobres entre los pobres».
«Hace más de veinte años que nuestros campos no nos dan una buena cosecha» (Gebremariam. Campesino).
Manos Unidas trabaja junto a la Institución de St. Mary’s para conseguir que esos campesinos pobres puedan volver a sembrar. Casi mil de estos agricultores vulnerables han recibido 25 kilos de semillas mejoradas, los insumos para trabajar la tierra y algunos animales.
Y las semillas se han multiplicado y han dado sus frutos. «Los campesinos que están más cerca de algún lugar con agua consiguen plantar y cosechar lo suficiente para poder vivir unos meses. Y algunos incluso sacan algo de forraje para los animales», asegura Efrem Gidey, coordinador de programas de St. Mary.
Poco a poco, la vida está volviendo al Tigray. Alentada por una población que no ha perdido la esperanza de volver a vivir en paz.