Este año, la Campaña de Manos Unidas se centra en la promoción de la igualdad entre los sexos y la autonomía de la mujer y quiere ser una llamada a la conciencia de la sociedad para que defienda el desarrollo integral de cada persona, hombre o mujer, y el ejercicio de todos sus derechos fundamentales, gravemente conculcados en muchas partes del mundo.
Son numerosos los países en los que la mujer padece una grave desigualdad y es víctima de la violencia física, sexual y psicológica, incluyendo la violación como arma de guerra. De todo el comercio internacional de seres humanos, cerca del 70% es de niñas y mujeres. A ello hay que sumar el número alarmante de abortos de niñas, el infanticidio de las ya nacidas o su abandono y su continua discriminación en la asistencia sanitaria y en su alimentación, lo que impide su desarrollo físico y mental.
Además, siendo la mujer un agente clave en el desarrollo, no sólo es explotada económicamente, sino que se vulneran derechos tan esenciales como el de su propia libertad, la capacidad de tomar las mismas decisiones que el hombre, o el de poder ser titular de los mismos bienes.
Con respecto a la educación, hay que subrayar que las dos terceras partes de las personas analfabetas del mundo son mujeres y que esto afecta gravemente a la posibilidad de afrontar la vida en pie de igualdad con los hombres.
La promoción de la mujer es un objetivo prioritario de Manos Unidas; ella es un agente fundamental en el ámbito del desarrollo familiar y socioeconómico. La desigualdad que padece y que se le impida el ejercicio de tantos derechos, aumenta la pobreza y la inseguridad alimentaria en el mundo; de hecho, en los países donde hay una distribución más equitativa de los recursos, hay menos pobreza y hambre.
A esto hay que añadir que Manos Unidas aborda esta cuestión teniendo en cuenta su propio patrimonio, es decir, el hecho de ser una organización de la Iglesia Católica dedicada a la cooperación al desarrollo, fundada e integrada mayoritariamente por mujeres y con una historia de más de medio siglo. Por ello, tenemos mucho que decir sobre la defensa de los derechos de la mujer, la lucha contra la discriminación que padece, sobre todo en los países en desarrollo, y el esfuerzo para lograr su plena igualdad con el hombre.
En el ámbito de la cooperación para el desarrollo se aborda, cada vez más, el problema del género, alegando la necesaria reivindicación de los derechos de la mujer y la intención de impedir su discriminación en cualquier forma y ámbito. Sin embargo, para ello se recurre a un concepto, el de “género”, muy ambiguo y con distintos significados, por eso es tan discutido.
Esta es la razón por la que debemos empezar aclarando el concepto. Manos Unidas entiende el concepto de género como sinónimo de sexo, masculino y femenino, es decir, que se refiere al hombre y a la mujer. Y que ambos se complementan mutuamente, desde el punto de vista físico, psíquico y ontológico y que sólo gracias a la dualidad de lo masculino y lo femenino se realiza plenamente lo humano.
Esta premisa fundamental se traduce en el empeño por la defensa de la dignidad humana y el desarrollo humano integral y, en consecuencia, por la justa igualdad entre el hombre y la mujer. Así entendida, la perspectiva de género está comprendida en nuestro concepto de la dignidad humana, que es el más radical de los objetivos del desarrollo.
Y una de las consecuencias fundamentales de este empeño es la defensa del ejercicio de los derechos fundamentales de la mujer, tanto en nuestros proyectos como en las actividades de educación para el desarrollo.
El desarrollo de la persona consiste en la realización del proyecto que Dios tiene sobre ella: “Cada uno encuentra su propio bien asumiendo el proyecto que Dios tiene sobre él, para realizarlo plenamente: en efecto, encuentra en dicho proyecto su verdad y, aceptando esta verdad, se hace libre (Jn 8,22)” (Caritas in Veritate, 1).
Es decir, es, ante todo, una llamada a un proyecto de vida que cada persona tiene que descubrir, elegir y realizar libremente. Pero no de manera aislada: la colaboración mutua entre hombres y mujeres es el ámbito adecuado en el que cada persona puede encaminar su propio desarrollo. Un desarrollo humano que tiene en cuenta este principio de colaboración, mediante la cual el hombre y la mujer buscan su bien recíproco, es el fundamento de un modelo de sociedad basado en la igualdad de derechos y oportunidades entre hombres y mujeres. Por esta colaboración, el desarrollo humano deja de ser una cuestión individual, y es realmente un proceso que, teniendo en el centro a cada persona, es un proceso abierto a los otros y al futuro, es un proceso solidario y duradero para la consecución de un verdadero cambio social
Este modelo de desarrollo, pone en el centro la dignidad de la persona humana e integra todas sus dimensiones: su crecimiento físico, intelectual, espiritual, económico, social…y persigue el perfeccionamiento de todas sus capacidades, poniendo a su servicio todos los recursos posibles para el desarrollo de las personas y de toda la persona.
Finalmente, el respeto de la dignidad personal exige un desarrollo abierto a la vida, desde su concepción hasta su término natural, y a relaciones que generan vida. El verdadero desarrollo de la familia humana se puede medir por el respeto a la vida de los más vulnerables.